domingo, noviembre 11, 2007

ADIÓS A NORMAN MAILER


Reconozco que debí preocuparme mucho antes por la obra de Norman Mailer. El primer libro que cayó en mis manos, por mi dedicación a la Antropología Religiosa, fue su novela-ensayo “El Evangelio según el Hijo” en 1.997, y justo un año después su biografía sobre Oswald. Desde entonces sí presté atención a un hombre que era un periodista de raza en un mundo tan multicultural y controvertido como la sociedad estadounidense. Vivió periodos muy convulsos de la historia reciente de todo un siglo XX de Estados Unidos, había andado en las cloacas, en los suburbios para llegar a completar los datos que le faltaban para completar sus crónicas o sus investigaciones y se había codeado con el poder como crítico político hasta la década de los noventa. La Segunda Guerra Mundial, el asesinato de Kenedy, su oposición a Vietnam, Watergate, el 11 de Septiembre, fueron muchos capítulos de los que dió testimonio durante su dilatada vida.

Es cierto que Norman Mailer tenía ese sabor a los periodistas de la vieja guardia, con ese aspecto de actor de películas de espías en blanco y negro. Precisamente coqueteó con el mundo cinematográfico como guionista, y ha sido todo un símbolo y referente para aquéllos que amamos el periodismo paciente, racional, atrevido y eficaz. Ese periodismo de esencia gruesa. Admiré su obra, y es cierto que ese periodismo de memoria ágil, y capacidad de ampliar la perspectiva de la noticia o el suceso hasta los justos límites, lo supo trasladar a sus diarios, novelas, biografías, a la literatura, al fin y al cabo.

Pues como todos los medios de comunicación coinciden, pasará a la historia como uno de los tres periodistas estadounidenses que modernizaron la manera de contar las cosas a la opinión pública a través de la literatura, junto a Truman Capote y Tom Wolfe.


Manuel J. Márquez Moy

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