Alto de las Cuevas, lo que queda de la Barranca, lo que han dejado.
Se encuentra situada en la zona de lo que era el núcleo urbano de Sanlúcar, tras la Plaza de Toros y la Huerta del Chorrito, una de las últimas que quedan en la ciudad.
En el siglo XV-XVI hubo un eremitorio, un grupo de ermitas excavadas en el mismo barro rojo, donde habitaron varios ermitaños. Esto está documentado por vez primera, gracias a mi amigo e Historiador de Arte Antonio Romero Dorado, que después ha profundizado en el Archivo Ducal de Medina Sidonia en Sanlúcar de Barrameda. Este ermitorio estuvo protegido por el VIII Duque de Medina Sidonia. Además, se ha descubierto no sólo cómo estaban distribuidas cada una, sino la identidad de cada uno de los ermitaños que allí habitaban, entre ellos incluso el poeta y escritor del Barroco español, antequerano para más seña,. Pedro Espinosa. Siempre he tenido pasión por esta zona.
Siempre se especuló sobre el origen del nombre de la barranca y con este descubrimiento se ha aclarado el enigma. La barranca tuvo una época de esplendor cultural, no sólo con este eremitorio que estaba en una zona adyacente conocida como Montesión, pero dentro de lo que es la barranca. Una barranca que es geológicamente los sedimentos de una terraza fluvial procedentes de la glaciación würmiense que tuvo lugar hace unos 10.000´-18.000 años y que quedó reflejado no únicamente en esta área, sino en Doñana y la desembocadura del Guadalquivir, muy estudiado por insignes geólogos como Juan Gavala Laborde..
Tiene un alto interés geológico, pero eso no fue razón para protegerlo de las
especulaciones urbanísticas y depósitos de escombros y basuras durante años.
Esta terraza fluvial es la que dividía
la ciudad en un Barrio Alto y Bajo, que iba desde la zona de Bonanza
hasta el Puntal del Espíritu Santo, en la zona de la Playa de las Piletas, con
la presencia en esta de un acantilado costero también protegido por el Plan
Especial de Protección del Medio Físico de la Provincia de Cádiz (1.986,
revisado en 2.007) y de gran interés que ha atraído a numerosos geólogos
españoles e internacionales, como Caridad Zazo o Löic Menanteau. Esta terraza
fluvial se la conocía como cornisa verde en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de 1.987 en la que se protegía. Su destrucción la he venido calificando como uno de los
mayores desastres ecológicos producidos en la localidad durante años , porque
ha desaparecido con total impunidad quedando el Alto de Las Cuevas como
reliquia. La Barranca del Alto de las Cuevas ha quedado aprisionada entre
numerosas edificaciones de pisos.
Volviendo a la Barranca del Alto de las Cuevas, tuvo que ser un maravilloso lugar en el siglo XIX donde Fernando Guillamas y Galiano, militar retirado, que vino a la población con los Duques de Montpensier y escribió un libro sobre Sanlúcar en 1.858, lo describía así de manera textual: “Es sin duda el punto más delicioso que la imaginación pueda figurarse, sus vistas incomparables y aires puros embalsamados por los briosos y fragantes vegetales que se crían en los valles y laderas de que está rodeada a esta altura ofrecen un goce exquisito. El corazón se ensancha y la imaginación crece, allí se admira la naturaleza y se contempla con sumo respeto el poder del Supremo Hacedor” cuando observas el paisaje. Existen otras descripciones de otros historiadores que resaltan la belleza del lugar, como Juan Pedro Velazquez Gaztelu o Francisco de Eraso y Arteaga.
El Alto de las Cuevas es un lugar donde se conserva aún el paisaje
primitivo de cómo debió ser Sanlúcar antes de habitarse. No sólo por el barro
rojo (este color se debe a su oxidación durante su sedimentación y su composición de óxido de hierro), sino por una vegetación ya escasa, pero que se conserva aquí con un alto
interés etnobotánico, que algunos vecinos confunden con cierta maleza y hierbas
que sí se pueden limpiar de manera cuidadosa. Siempre he insistido en las
grandes posibilidades ecoturísticas de este rincón primitivo que muchos han
visto más bien como una zona marginal por su abandono. Especialistas en
Edafología, como Isidro García del Barrio Ambrosy(1.924-1996), Doctor Ingeniero
Agrónomo lo describía como el Cañón del Colorado, pero en pequeñito, por las
formaciones que el viento y el agua había moldeado con aspectos naturales
caprichosos de la tierra de gran estética. Además, esta terraza fluvial también
contaba con manantiales naturales por todo el acantilado que como hemos dicho
dividía a la ciudad en un Barrio Alto y Bajo. Manantiales también
desaparecidos.
Entre otras cosas habría que destacar que en esta misma zona estuvo situada la ermita de San Diego de Alcalá, cuyo santo pasó aquí un tiempo, aunque desapareció hace años se conservan imágenes de la primitiva ermita, aunque rehabilitada en diferentes épocas. Actualmente los vecinos de la zona en su lugar edificaron una excesivamente moderna. Bajo la barranca estuvo otra construcción religiosa, el Convento de San Francisco “El Viejo” (de 1.495), que se marcharon de la zona a principios del siglo XVIII a la Calle del Ángel. La religiosidad era común en esta ciudad por ser Puerto de Mar hacía las Indias Occidentales. Fueron numerosos los viajes que partieron desde el Puerto de Sanlúcar de la ciudad , destacando los de Magallanes y Elcano para circunnavegar el mundo (1.519-1.522) y el tercero de Cristóbal Colón en 1.498. Esto hizo que muchas órdenes religiosas se instalaran aquí en la ciudad para ir a evangelizar a otras tierras. Era la capital del Ducado de los Medina Sidonia y antepuerto de Sevilla, por lo que pasaron por aquí numerosas embarcaciones con fines comerciales con un trasiego intenso de estas, que zarpaban y arribaban durante siglos en este puerto. Existen numerosos estudios y publicaciones sobre este aspecto, destacando los de los Profesores Manuel Romero Tallafigo y Antonio Moreno Ollero.
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Sería
interesante y urgente la conservación de esta reliquia desconocida aún por
muchos ciudadanos, por su interés geológico, ecológico, paisajístico y
cultural. Durante los muchos años que dediqué a impartir clases de Educación
Ambiental en colegios, institutos y
vecinos de la localidad realizamos numerosas visitas para dar a conocer este
lugar. Y también protegerla y adecuarla para su uso como recurso de
turismo ecológico de la zona. Hace poco se proyectó realizar un observatorio
con motivo del Quinto Centenario de la I Circunnavegación de Magallanes y
Elcano. Proyecto que en estos momentos ha quedado paralizado. Y es que desde
aquí se observan todo un bellísimo paisaje de Doñana y la Broa del
Guadalquivir. Hay que insistir en la educación ambiental, no sólo para valorar
esta zona, sino porque hemos retrocedido en este aspecto de un mayor
conocimiento del funcionamiento de la Naturaleza. Bien es cierto que muchas
generaciones de épocas anteriores jugaron en la Barranca y la recuerdan por
ello como memoria sentimental.
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Manuel J. Márquez Moy, Especialista en Educación Ambiental y Periodista