sábado, diciembre 29, 2007

EL ALMA COMPARTIDA DE MANOLO SANLÚCAR














Antes de empezar el acto, Manolo flanqueado por David González (Almuzara) y la Alcaldesa Irene García

En la noche de ayer jueves se presentó en un Auditorio de la Merced abarrotado el nuevo libro de Manolo Sanlúcar. Este libro venía fraguándose desde hacía tiempo y quiso nacer como una biografía a Isidro Muñoz, a su padre, hace ya unos seis años. Yo andaba con cierta asiduidad por la casa de la familia Muñoz Alcón en el Barrio, y aparte de mi amistad con Manolo desde hacía tiempo, el mayor de la saga de los artistas, en aquélla época mi relación se intensificó con los padres, especialmente con Isidro. Ya andaba con “el carné caducao”, como él repetía ante sus fatigas, desvanecimientos y enfermedades coronarias. Pero ahí se mantenía al frente. La cara pálida, pero sin perderle la mirada de al toro de la Vida. Fueron tantas sus confesiones en la intimidad, que su hijo José Miguel Évora y Mari Pepa me propusieron ayudarles a escribir la biografía del padre.








Su mujer Ana durante el acto, "quien me sostiene" (dice Manolo en el libro en su dedicatoria)



Juan Manuel Suárez Japón, amigo y prologuista del libro y actual Rector de la UNIA (Universidad Internacional de Andalucía)














Isidro no perdía su sentido del humor, y la filosofía de su vida era una constante que se agradecía, al menos yo, que siempre me había gustado escuchar a la gente mayor. La cuestión es que el proyecto se quedó en dique seco, además de coincidir que Isidro fue empeorando hasta su muerte.

De todos modos Manolo Sanlúcar, que andaba metido soportando y conviviendo con el peso del dolor la ausencia de su hijo, comenzó a esbozar unos apuntes que fueron tomando forma. Ana, su mujer inseparable, me lo comentaba con una tímida esperanza, de que la pasión que le tenía a la literatura estaba permitiendo a Manolo, al menos, hablar a través de la palabra escrita. Ayer lo explicó muy bien el propio Manolo, en cuanto a la genética, la fisiología y fisonomía con su padre, dos gotas de agua. Un día lo comentamos en su casa, que cuando se miraba al espejo cada vez se veía más aspecto del padre, y él decía que incluso su propia cara más envejecida que la de su progenitor.

Manolo en uno de los tantos momentos emotivos agradece los aplausos del público que llenaba el Auditorio









La muerte del padre fue el aldabonazo a su crisis existencial, aunque el trabajo le mantenía entretenido, aunque sin motivación. Entonces vino Carlos Saura con “Iberia”, y la grabación discográfica última de “Medea”. Y entre el Pedroso y Sanlúcar encontraba su quietud, su silencio para llorar, para vivir su dolor, aunque también para escribir. Manolo con el tiempo se había ido convirtiendo cada vez más en un pensador. Y no un pensador cualquiera, sino en un filósofo que zarandeaba los cimientos de nuestra cultura. Como dijo ayer Juan Manuel Suárez Japón muy acertadamente, en Manolo no habitaba sólo ése guitarrista flamenco de los setenta y ochenta, con el que muchos todavía le asociaban, sino que estaba el músico en su más amplio sentido, como concertista, a la altura de los más grandes de Europa, el poeta, y el humanista a través de una profunda filosofía de hoy, actual, pareja a las mismas actividades que el padre cultivara en vida. De ahí el título del libro de “el alma compartida”. Su padre nació en él y con él anduvo siempre en su personalidad y en su forma de concebir el mundo.

De todo ese pensamiento fue naciendo sus escritos, que se transformaron en el libro que se presentó. Un libro que nos sitúa en el contexto social de las diferentes épocas vividas por sus padres y antepasados, y entre apuntes biográficos introduce también su denuncia social, tratando a veces de buscar la empatía en asuntos que entonces no alcanzaba a comprender del todo, y la distancia que da el tiempo le ha ayudado a entender.


Manolo dedicando libros a los asistentes al finalizar el acto





“El alma compartida. Memorias”, es la necesidad de describir todo el magma que lleva dentro, perfilando sensaciones, recuerdos y sentimientos. Los que consigo han ido siempre y los de ahora. Desde hace tiempo reivindiqué la figura del Manolo Sanlúcar filósofo. Por la amistad que me une y porque llego a entender por una serie de vínculos emocinales el dolor, que es su mejor instrumento, porque no renuncia a él, ya que es una forma de estar con sus dos seres ausentes, siempre he tratado de hablarle a la gente del Manolo Sanlúcar humanista, filósofo, que a veces incluso me ha apasionado más que su música, aunque también es cierto que desde hace poco tiempo disfruto más aún de su obra porque recrea toda su experiencia vital y descubro que su filosofía también está presente, cómo no, en todo su curriculum como flamenco y concertista. Por ello, a los que no conocían esta faceta de Manolo, estoy convencido de cuando lean el libro que necesariamente reflexionarán, encontrarán en su música más riqueza artística si cabe:

“Amarte es un dolor que no se cura,
ni tan siquiera busco que se alivie.
Vivir es para mí una desgracia,
una herida lamida día a día”

Dice en una estrofa de sus poesías. Así ha decidido vivir, porque en el Dios que no cree, de esta manera lo ha querido. Como explica en otra parte del libro. Él no niega la existencia de ese Dios que le ha maltratado, pero no cree en Él aunque esté donde sea. “Piensa en Dios que ya Él te entenderá”, es una máxima de Manolo Sanlúcar.

Se puede decir que Manolo Sanlúcar quiere reconocerse en su hábitat actual, el de los últimos años, aunque se deja llevar por lo que le dicta su propia naturaleza:

“Con el compás del tiempo se marchitó mi vida.
Un golpe terrorista reventó mis entrañas
viniendo, gota a gota, a donde estoy ahora,
y, ¿dónde estoy ahora...? ¡¿Dónde estoy yo ahora?!”



Manuel J. Márquez Moy

No hay comentarios:

Publicar un comentario