A veces camino por esta ciudad buscando no sé muy bien qué. Tras realizar y dedicar un buen tiempo diario a los estudios y revisar el desarrollo del Programa de Investigación “Las Huellas de la Memoria”, con los nuevos datos aportados por el equipo de colaboradores me lanzo a la calle. Deambulando me encuentro siempre con algún retrato que me revela alguna información para un reportaje o noticia. Me gusta hablar con esos héroes anónimos que siempre tienen algo que contar del campo, de la mar, de sus viejos oficios, de sus males. Costumbre en ellos la mayoría de las veces comentarme alguna inquietud sobre el Ayuntamiento, por si yo tuviera alguna respuesta.
- Ya ando poco por esos lares.-suele ser mi respuesta-.
La verdad es que existe mucha mediocridad en casi todo. O debe ser que ese es el ambiente en el que me desenvuelvo. Pero bien es verdad, que ciertos referentes de este pueblo por su trayectoria de compromiso social andan cabizbajos, con una resignación que casi resulta enfermiza. ¿A dónde han ido las ilusiones y tantos proyectos para esta ciudad?. Como una salmodia se van repitiendo una y otra vez los mismos asuntos: que si Gran Superficie, que si el tráfico, que si el paro, que si la playa, que si el casco histórico. En fin, y ahí vamos caminando entre aceras estrechas, observando balcones desvencijados con hierbajos que representan hasta la poesía de nuestros días, poesía de harapos y alambres, como esperando el pico de la grúa que acabará con su pasado.
Y uno piensa que algún día las cosas cambiarán en este pueblo. Ya la han nombrado en un Pleno “Ciudad Joven” y “Ciudad para la Tercera Edad” o algo así. Por lo visto puede que caigan algunos euros para que el Ayuntamiento haga más habitable la ciudad para nuestra juventud y nuestros mayores. Por lo visto se anuncia que la Ministra de Vivienda, Carma Chacón, vendrá a visitarnos, no creo que sea para regularizar las miles de viviendas ilegales, sino para terminar de adecentar nuestro bello Palacio Municipal. La Junta de Andalucía no ha permitido que se regularicen viviendas ilegales en el Puerto de Santa Mª por ser una práctica ilícita. ¡Cuánto tiempo ya con lo de las 10.000 viviendas ilegales!. En definitiva, y las viviendas de Protección Oficial que la Consejería de Obras Públicas quiere construir en Sanlúcar porque es un derecho que tenemos, no se le suministra suelo municipal, porque se malvendió durante estos últimos años de ejercicio de gobierno local. Y así llevamos desde el año 2.001. Convenios de Protocolos, pero aquí se firman muchos convenios de una u otra índole, y eso, ahí deben estar los convenios, encima de alguna mesa de un despacho oficial o en algún triste cajón.
La cuestión es que hemos vuelto a un cierto barroquismo, cuando esta expresión se utilizó durante mucho tiempo como un concepto despectivo. Demasiado barroco, se decía, hasta que Eugenio D`Ors y otros intelectuales de finales del XIX, pusieron las cosas en su sitio. El barroquismo, que este año está de moda entre la élite cultural, parece que también lo ha adoptado la sociedad en general. Ante una posible Reforma-Renacimiento, en este caso no Protestante-Luterana, sino de la creatividad procedente de un pueblo ilusionado; la Contrarreforma, la respuesta, ha sido mucho Barroco asfixiante, mucho aditamento, aunque poca sustancia. Mucho boato y poco contenido. Mucho adorno, pero poca consistencia. Jodorowski, este alquimista, medio filósofo, medio místico, afirmaba muy acertadamente que estamos en unos tiempos de decadencia y degeneración en todos los aspectos, aunque ya en los últimos coletazos, fracaso de valores, fracaso del sistema, de las ideologías, y una sociedad opulenta que quiere llenar su vacío existencial, y que llegaríamos a un nuevo resurgimiento, ese nuevo renacimiento donde pueda asomar entre la espesa mediocridad otras expresiones, otros lenguajes, otros parámetros, otros valores, otras estéticas.
Ciertamente yo encuentro poca frescura en las cosas, o debe ser que la sociedad me hace sentir viejo. Ya me cansan los actos sociales, la reiteración de los discursos vacuos, la excesiva mediatización de todo. Luisa Isabel, la Duquesa de Medina Sidonia, me dijo hace unos años en una entrevista que parecía que los sindicatos españoles se estaban convirtiendo como en los sindicatos estadounidenses, en auténticas mafias. Y me preocupa que mis amigos Manuel Romero Caro, Rafael Ávila o Salas tengan esa aureola que los ciudadanos le atribuyen con la boca pequeña. Yo quiero confiar en su buena voluntad para que el funcionariado del Ayuntamiento esté protegido y rinda lo que tiene que rendir.
Por otro lado me hablan que la Alcaldesa Irene García tiene puesta más su atención en las alturas que en el gobierno de la ciudad, que acostumbrada a cuatro años con responsabilidades en la Diputación de Cádiz, esto de gestionar cosas para Sanlúcar de Barrameda o se le ha quedado demasiado pequeño o demasiado grande, según se mire. Dudo, conociéndola bien, que Irene García piense en nada de eso.
Mientras tanto, yo sigo caminando, deambulando por las calles de Sanlúcar. Esta mañana unos franceses me preguntaban que dónde podían ver viñedos, les dije que si se andaban prisa los podían ver por la Carretera de Jerez, del Puerto, de Chipiona o Rota.
Y volví a perderme por las callejuelas del Barrio Alto entre grúas amenazantes... pensando por qué Mayor Oreja no condena la Dictadura franquista o qué apasionante es el mundo del cerebro. Cosas mías.
La cuestión es que hemos vuelto a un cierto barroquismo, cuando esta expresión se utilizó durante mucho tiempo como un concepto despectivo. Demasiado barroco, se decía, hasta que Eugenio D`Ors y otros intelectuales de finales del XIX, pusieron las cosas en su sitio. El barroquismo, que este año está de moda entre la élite cultural, parece que también lo ha adoptado la sociedad en general. Ante una posible Reforma-Renacimiento, en este caso no Protestante-Luterana, sino de la creatividad procedente de un pueblo ilusionado; la Contrarreforma, la respuesta, ha sido mucho Barroco asfixiante, mucho aditamento, aunque poca sustancia. Mucho boato y poco contenido. Mucho adorno, pero poca consistencia. Jodorowski, este alquimista, medio filósofo, medio místico, afirmaba muy acertadamente que estamos en unos tiempos de decadencia y degeneración en todos los aspectos, aunque ya en los últimos coletazos, fracaso de valores, fracaso del sistema, de las ideologías, y una sociedad opulenta que quiere llenar su vacío existencial, y que llegaríamos a un nuevo resurgimiento, ese nuevo renacimiento donde pueda asomar entre la espesa mediocridad otras expresiones, otros lenguajes, otros parámetros, otros valores, otras estéticas.
Ciertamente yo encuentro poca frescura en las cosas, o debe ser que la sociedad me hace sentir viejo. Ya me cansan los actos sociales, la reiteración de los discursos vacuos, la excesiva mediatización de todo. Luisa Isabel, la Duquesa de Medina Sidonia, me dijo hace unos años en una entrevista que parecía que los sindicatos españoles se estaban convirtiendo como en los sindicatos estadounidenses, en auténticas mafias. Y me preocupa que mis amigos Manuel Romero Caro, Rafael Ávila o Salas tengan esa aureola que los ciudadanos le atribuyen con la boca pequeña. Yo quiero confiar en su buena voluntad para que el funcionariado del Ayuntamiento esté protegido y rinda lo que tiene que rendir.
Por otro lado me hablan que la Alcaldesa Irene García tiene puesta más su atención en las alturas que en el gobierno de la ciudad, que acostumbrada a cuatro años con responsabilidades en la Diputación de Cádiz, esto de gestionar cosas para Sanlúcar de Barrameda o se le ha quedado demasiado pequeño o demasiado grande, según se mire. Dudo, conociéndola bien, que Irene García piense en nada de eso.
Mientras tanto, yo sigo caminando, deambulando por las calles de Sanlúcar. Esta mañana unos franceses me preguntaban que dónde podían ver viñedos, les dije que si se andaban prisa los podían ver por la Carretera de Jerez, del Puerto, de Chipiona o Rota.
Y volví a perderme por las callejuelas del Barrio Alto entre grúas amenazantes... pensando por qué Mayor Oreja no condena la Dictadura franquista o qué apasionante es el mundo del cerebro. Cosas mías.
Manuel J. Márquez Moy
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