Luisa Isabel analiza en este artículo desde su perspectiva la situación de crispación política y social a la que nos han llevado con preocupación los líderes de los partidos mayoritarios españoles a costa de la lucha antiterrorista. Es un análisis de una de las personas que mejor conoce el panorama político de este país.En la noche del 2 de marzo del 2007, se gritó en la Plaza de la Villa de Madrid: "¡Contra ETA, metralletas!". Banderas españolas desplegadas. Algunas con el águila. El PP y Falange. Con Falange, un Inestrillas. ¿El Inestrillas implicado en el asesinato del diputado de Herri Batasuna? ¿O el supuesto golpista? Al diputado lo mataron a tiros. En un restaurante de Madrid.
En el otoño de 1976, la derecha tenía miedo. Temía la revancha. Imposible pues era mayor el miedo de la izquierda. En la calle se hablaba de golpe de estado. De una vuelta a los fusilamientos y los paseos. Era imposible, porque no había militar con el prestigio indispensable, para que le siguiese facción del ejército, pero lo creían, atemorizados por grupos de extrema derecha, que movilizando ejército de matoncillos a sueldo, que debidamente protegidos por la policía, aporreaban esporádicamente a la gente de izquierdas.
La violencia culminó en la matanza de los abogados de Atocha. Culminada la entrega de la izquierda al sistema, la derecha mamporrera se diluyó, cumpliendo el destino de los partidos subvencionados.
En tanto gobernó Suárez, no se habló de corrupción. Sin embargo muchos de los que llegaron al poder con la hoja de parra, salieron con el riñón bien cubierto. Para empezar el Presidente. Pero los mecanismos que derribaron a la República no empezaron a funcionar antes de que llegase al poder la izquierda. Obvio la victoria de Felipe González, el hombre de Suresnes, al estar por catar, se tomaron precauciones. El 23-F sacó a la calle a los restos de Fuerza Nueva. Y probó lo ya sabido: todo intento de golpe militar, estaba abocado a terminar en arrestos.
Siguieron los Pactos de la Moncloa. Bajo la sombra de las pistolas, se aseguró la continuidad inmovilista del sistema. En los largos años de gobierno de González, culminó sin sangre de por medio la repetición de la maniobra que restó seguidores a la República, creando las condiciones que facilitaron su derrota.
El escándalo económico del "Estraperlo", la represión de los mineros asturianos y la matanza de Casas Viejas, arrebataron al sistema la aureola de prestigio, que le permitió derribar a una monarquía desprestigiada. Creado el sentimiento de que llegado al poder, todos "eran iguales", fue posible la Guerra Civil, seguida de 40 años de dictadura. A los largo del prolongado mandato de González el PSOE perdió los cacareados "100 años de honradez", dejándose en la aventura del GAL la aureola de ética y limpieza política.
El día en que los españoles concluyeron que instalados en el poder, "todos son iguales", la derecha ganó las elecciones, en un país de izquierdas. Gobernando en minoría, con la mira puesta en la mayoría absoluta, procuró complacer a un electorado, que le prestó el voto sin dárselo. Basada la Democracia Hispana en las urnas, pues como en nuestros a la estadounidense no le queda mucho más, eran muchos los españoles que se preguntaban por qué no se empleaban para solventar los problemas vasco y catalán. Asegurado el respeto mutuo al resultado, previa y debidamente, sería posible acabar con un terrorismo, que al tener raigambre popular nunca podrá ser erradicado por la fuerza.
Cierto que la sinceridad del PP en su diálogo con ETA, parece haber sido más que dudoso. Pero se supo y la derecha de la paz acopió tantos votos de la izquierda que se permitió ganar por mayoría absoluta cambiando el mapa político del país. Es posible que de no haberse involucrado en la Guerra de Irak, se le hubiese perdonado la marcha atrás, en los tratos con los vascos. Pero sumada la prédica violenta, en cuanto tocaba al problema interno a la proclamación de la "armas de destrucción masiva" como articulo de fe y la intervención en la Guerra de Irak, el PP dejó de ser la "derecha de la paz", para convertirse en "el partido de la guerra". Lo era en la mente de la mayoría, cuando unos traficantes de poca monta, cambiaron las drogas por los explosivos.
Beneficiándose del abandono de los propietarios de la mina "Conchita" y de la Guardia Civil local, bajo cuya responsabilidad queda el impedirlo, acopiaron los suficientes para matar a cerca de 200 madrileños. No dimitió el Presidente, cúpula del gobierno, que consintió la irresponsabilidad. Ni siquiera el Ministro del Interior, que hubiese debido estar más vigilantes. Reaccionaron culpando a ETA, con obstinación y contumacia, sin que les hiciesen rectificar las pruebas en contrario.
Dimitidos por el electorado, no se resignaron ni cambiaron el discurso. Buenos escolásticos de formación, estando en la oposición, se expresan como si estuviesen en el gobierno. O como si se lo hubiesen usurpado, siendo suyo en propiedad.
Con esa facilidad que algunos adquirimos, en la infancia y por educación, para mantenernos en nuestro camino, sin dejarnos silenciar, amedrentar, vencer ni desviar por la adversidad, pasan por alto los asunto de corrupción, que tocan al partido, como si no fuesen con ellos, ni en su momento lo hubiesen consentido, centrando el discurso y la atención en el terreno que les conviene. Un discurso apabullante, violento y machacón, que como aconseja Camino, no pretende convencer. Tirando por el atajo busca y consigue apabullar, consiguiendo que para atreverse a disentir en voz alta, incluso pensando con convicción lo contrario, haga falta dosis apreciable de valor.
Es su fuerza. Y su talón de Aquiles que se le pierda el miedo. Porque podría suceder, tienen prisa. Y en su prisa, adoptan actitudes guerra civilistas, rebasando de lo razonable, en el lenguaje de un odio y un rencor, que es bajeza. Lo siento, pero empiezo a echar de menos aquel "Odia el delito y compadece al delincuente", que campeaba sobre el quicio de la cárcel.
No recuerdo cuántos años estuvo Mario Conde en la cárcel. En todo caso, muchos menos de los que le tocaron. El asunto Banesto fue causa del suicidio de un amigo. Pero a la viuda no se le ocurrió clamar, pidiendo que Conde se "pudriese" en la cárcel. Entre otras razones, porque con ello no resucitaba al muerto, ni a los que perdimos, nos devolvería nuestro dinero. De la Rosa salía por "depresión", sin que lo justicieros levantasen la voz y hay un Abelló al que condenó el Supremo, que no ha pisado la cárcel. Supongo que le habrán amnistiado.
Los culpables de no pocas ruinas y no sabemos cuántos suicidios, pues por no decir que se suicidan muchos, donde nadie lo hacía, no se la noticia, entran en la cárcel por una puerta para salir por otra, sin que nadie se rasgue la vestiduras. Ni hay voz que se levante para preguntar, aunque no sea más, cuantos crímenes y desapariciones se archivan cada año sin resolver, lo cual indica un número proporcional de asesinos sueltos, menor por haberlos en serie. Ni cuántos sucesos escandalosos se han cerrado en falso, mandando a la cárcel, sin pruebas, culpables presuntos.
Por nada de esto se convocan manifestaciones. Pero las calles se llenan, bandera española en ristre, lo que en nada beneficia a la enseña, porque se ha decretado prisión atenuada para De Juana Chaos, que no liberación.
Si nos atenemos a esos principios jurídicos, que hicieron a todos los hombres iguales ante la ley, el mencionado, ha pasado y cumplido en la cárcel la condena limite, que prescribe la ley, fijada en 20 años de prisión continuada, en tiempo de Franco, y en 30 en los países y tiempos de mayor dureza represiva. Para retenerle, los jueces hubieron de recurrir a unos artículos, publicados estando en prisión, haciendo de De Juana el primer preso por "delito de opinión" de sistema, que ha cuidado de no dar lugar, retirando el derecho a la palabra, a cuantos considera susceptibles de cometerlo.
A partir de este error, surgió la huelga del hambre, supongo que mitigada, pues de lo contrario habría muerto. Prolongada y estando el preso en evidente mal estado, a las razones humanitarias, que de toda evidencia exigía cambio de situación, con mayor motivo que la "depresión" esgrimida por De la Rosa para regresar a su casa, se suman las políticas, no escapando a nadie que la muerte de De Juana en la cárcel, hubiese creado serias complicaciones. Tales que de estar el PP en el poder, es probable que lo hubiese liberado igualmente. No, por supuesto, por humanidad. Es "debilidad" que no roza su lenguaje.
Luisa I. Álvarez de Toledo (Duquesa Medina Sidonia)