“¿Puedes perdonarle su soledad al que por ella destruye el mundo?”
(Elías Canetti)
Decía Vázquez Montalbán que en la Constitución debía estar presente algún artículo en el que se prohibiera tajantemente comer a solas. La soledad se ha convertido en estos tiempos de modernidad en uno de los más graves problemas sociales, que afecta tanto a niños, a jóvenes, como a adultos. Según los estudios que venimos realizando el Programa de Investigación “Las Huellas de la Memoria” podríamos afirmar que el 90 por ciento de la población en general siente una gran soledad interior. Ya saben, eso de que aun pudiendo estar rodeado de muchos elementos de entretenimiento o de gente, la persona se sigue sintiendo sola.
Siempre ha existido casos de esta condición humana, pero los tiempos de hoy conducen a la persona a un vértigo que le impide convivir con sus emociones, sin compartirla con algún ser cercano. Somos un ser social por naturaleza, pero cada día se hace más complicado expresar nuestras emociones, nuestro verdadero modo de ser y disfrutar realmente con las cosas que nos harían sentirnos bien, por miedo al rechazo u otras razones.
No es una casualidad que España esté entre los países que más cocaína consume. Ni otros muchos sucesos que ocurren o costumbres nada civilizadas e inhumanas que ha adquirido nuestra sociedad actual. No nos quedemos en analizar lo superficial, la estadística, el hecho. Vayamos más allá. El por qué de las cosas, y entonces encontraremos sentido a tanto “sin sentido”. Una persona que se siente sola puede tomar decisiones increíbles. O las proyecta en la creatividad o en la destrucción de los demás o de sí mismo. Todos necesitamos resortes, -que no debería ser lo mismo que dependencia- donde asirnos con fuerza, con seguridad.¿ Pero dónde encontramos esos resortes en un mundo que huye de sí mismo?. Esto es como una huída social hacia delante.
Estamos errando en algo vital: la Educación. A algunos se les llena la boca denunciando este hecho. Pero estoy seguro que no hemos reflexionado, meditado y planificado lo suficiente todavía sobre este concepto desde la raiz. La Educación implica una responsabilidad desde la concepción del niño, fruto de la relación sexual o no necesariamente sexual de dos personas. Me quiero referir en lo segundo a las parejas homosexuales. (Otra cuestión es que esto último se comparta o no, pero no debemos obviar que es una realidad social actual).
Desde que se concibe un nuevo ser debemos mentalizarnos en que estamos ante una experiencia y no un experimento que se trae o que llega al mundo. Esa experiencia requiere de una gran responsabilidad por parte de sus progenitores, que deberán velar no sólo por la educación física del niño, sino por ayudarle a interpretar o a conducir sus emociones, sus sentimientos. Estamos ante la educación emocional. ¿Cuál es el problema?. Que muchos de los adultos no han llegado a desarrollar esa capacidad incluso consigo mismos. El mundo les ha entretenido en demasiadas responsabilidades como para estar atento a tantos estímulos, innovaciones, desarrollismo, consumismo, información; demasiadas cosas para asumir o asimilar con un sentido crítico, tanto apabullamiento para preocuparse de sus propios sentimientos a los que acalla y silencia insistentemente por falta de tiempo o de voluntad, e incluso porque nadie les habló nunca de la importancia,-cada día más- de conocerse interiormente. Y en medio de todo este mundo desestructurado, con nuevos conceptos de la entidad familiar, los reclamos abusivos de ociosidad o de desafíos sociales, viene al mundo un nuevo ser que irá creciendo en medio de todo los modismos, o por resumirlo en una palabra, lo que se ha dado en llamar ultramodernidad. Nuestras generaciones anteriores no tuvieron que prestar atención a tanta parafernalia educativa, se pueden estar preguntando. ¿A qué viene ahora tanta psicopedagogía, psicología, orientadores?. Quizás haya mucha inoperancia en ciertos profesionales, pero por falta de coordinación y de definición clara de sus responsabilidades. Esto de la Educación, no descubro nada nuevo, no es cosa ni sólo de la familia, ni del centro escolar, aunque el centro neurálgico está en la familia.
Para terminar con esta introducción. Digamos como repite una y otra vez José Antonio Marina. Esto es una cuestión de toda la tribu. Es decir, todos los esfuerzos de la familia, pueden ser en vano si no se complementa con la labor de otros ambientes donde el niño se va a ir desarrollando. Y lo cómodo es pedir ahora responsabilidades al “papá Estado”, cuando todos tenemos nuestra cuota de incidencia en la nueva sociedad que entre todos hemos creado. Repito una vez más que nuestro hijos no son extraterrestres, forman parte de lo que han aprendido de nosotros, de nuestras costumbres como sociedad que muy sutilmente se introduce en sus códigos de personalidad para nuestra sorpresa y disgusto.
Para terminar con esta introducción. Digamos como repite una y otra vez José Antonio Marina. Esto es una cuestión de toda la tribu. Es decir, todos los esfuerzos de la familia, pueden ser en vano si no se complementa con la labor de otros ambientes donde el niño se va a ir desarrollando. Y lo cómodo es pedir ahora responsabilidades al “papá Estado”, cuando todos tenemos nuestra cuota de incidencia en la nueva sociedad que entre todos hemos creado. Repito una vez más que nuestro hijos no son extraterrestres, forman parte de lo que han aprendido de nosotros, de nuestras costumbres como sociedad que muy sutilmente se introduce en sus códigos de personalidad para nuestra sorpresa y disgusto.
Manuel J. Márquez Moy
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