Efectivamente estamos ante el fenómeno de la Semana Santa. De pronto surgen los casi eternos debates de todo tipo. Incluso últimamente han llegado hasta plantear que esta Semana Santa cambie su nombre por otro más laico. Que lo celebren “los capillitas” (nombre despectivo con los que se conocen a los amantes del mundo cofradiero), en sus entornos eclesiásticos, sin tener que invadir la calles de la ciudad con sus procesiones y músicas. Que cada uno viva su fe y sus tradiciones en la intimidad.
Pero la Semana Santa es mucha Semana Santa. Que nadie le lleve a equívoco, porque hay mucha gente que las Semanas Santas las viven en su mundo interior, con el llamado Tríduo Pascual, dentro de las iglesias con liturgias de todo tipo, y para nada les gustan las procesiones.
Pero hay de todo. Muchos aprovechan esta semana como vacaciones y viaja a algún lugar, a algún pueblo recóndito de sus familiares paternos o maternos, o a la sierra.
Yo personalmente respeto que la tradición continúe, aunque desde hace unos años se vaya paganizando más este mundo de las cofradías y hermandades. Algunos pensamos incluso que la tradición, con las veneraciones y adoraciones a cristos y vírgenes obstaculizan la evolución de la sociedad, porque enquistan a gran parte del pueblo en lo meramente crematístico de la iconografía, de los adornos florales, coronas, potencias, mantos, guardabrisas, candelería, cirios, túnicas, cíngulos…hay toda una cultura cofradiera. Al quedarse en lo puramente material y no trascender es donde algunos vemos el problema. ¿Trascender en qué?. No me estoy refiriendo a la fe católica que cada uno a título particular pueda tener, que puede ser el sentido de su “crecimiento personal” y espiritual que dignifique ese “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Sino a que muchos legítimamente se queden sólo en sacar un paso cada año y guardarlo como quien guarda la ropa de invierno en el fondo de un armario.
Precisamente desde la perspectiva no sé si filosófica, antroposófica, teológica, o puramente vivencial para mí, quizás más en lo último, lo vivencial, es donde cobra sentido la figura de Jesús de Nazaret, y en esas frases que uno tiene grabadas a fuego en la mente y en sus sentimientos. “Yo Soy el Camino, La Verdad y la Vida”.
Después están los que investigamos la historia de las tallas desde una perspectiva artística, que si Martínez Montañés, La Roldana, Juan de Mesa, la escuela de Mena , de Ocampo, y llegan los bailes de años de origen de cada una, hasta atribuciones imaginarias, interesadas, sin fundamento archivístico. Lo que sí podemos destacar que el conjunto de las tallas que procesionan en la Semana Santa de Sanlúcar de Barrameda tienen un altísimo valor artístico.
El Cristo de "El Silencio" en procesión en 2.007 pasando junto a la portada mudéjar de la Parroquia de la O
Todo esto tiene que ver para entender mejor el sentido de la Semana Santa. Porque aprendes a ver y observar todo su conjunto con mayor tolerancia y comprensión. Fui incluso miembro fundador de la Hemandad del Silencio y Hermano de la Hermandad de “Los Estudiantes”, y vinculado familiarmente a la “Expiración” porque un tío abuelo mío, Vicente Moy, fue uno de los impulsores de la Fundación de dicha Hermandad.
Por ello a mí, cuando llega la Semana Santa, nadie me quita mientras pueda ver Ntra Sra. De las Lágrimas en la esquina calle Descalzas con Misericordia, mi Hermandad de Los Milagros a la que sigo durante el recorrido cuando puedo como un penitente alternativo, y a mis momentos de soledad en la capilla de la Iglesia de San Francisco con Ntro. Padre Jesús del Silencio, y oro, a mi manera-leer el Evangelio de Santiago-en la penumbra de mi vida mirando el mismo rostro que de niño cuando era alumno de La Salle, entonces me quedaba horas acompañándolo ante las reflexiones que me inspiraba ese "Cristo de los pelos" sobre el paso del tiempo, los sueños, y la existencia.