domingo, noviembre 05, 2006

JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD O LA DIGNIFICACIÓN DE LA LITERATURA

Caballero Bonald tuvo que hurgar en sus memorias para recuperar la poesía que se había exiliado de su literatura.




José Manuel Caballero Bonald (Jerez, 1.926) acaba de publicar su "Manual de infractores", invitándonos quizás a no seguir permaneciendo en el silencio cómplice con el sistema social en el que nos hemos anclado y en el que nos vamos oxidando de tanto callar. Caballero Bonald nos invita a no permanecer impávidos, indiferentes ante los acontecimientos que minan nuestro ánimo y nuestra vitalidad para seguir luchando por un mundo más respirable y habitable. Nos invita a reflexionar y a actuar, a no permanecer sentados en el sofá viendo como pasa la Vida a través de la televisión. A que abramos las ventanas para ver, observar y ventilar de camino nuestras casas llenas de un aire hacinado y maloliente.
Nos invita, en definitiva a pasear con los versos de una poesía, a deleitarnos con las palabras con sentido y el sinsentido de la existencia. Caballero Bonald hace que la literatura parezca fácil, asimilable, accesible, porque conjuga la estética con el ritmo de una novela o de un poema.
Mi primera entrevista seria con José Manuel Caballero Bonald fué en 1.995. Tenía entre manos la primera parte de sus "Memorias de guerras perdidas", y conversamos largamente sobre lo humano y lo divino. Entonces José Manuel estaba viviendo momentos difíciles y quizás por eso se atrevió con sus memorias a organizar sus recuerdos perdidos en cajones de antiguos burós y mesillas de noche. Caminaba eternamente por la playa, después de su segundo naufragio, hasta que después de haber exiliado la poesía de su vida, le concedió una amnistía y se fué reencontrando con ella hasta desembocar en su "Diario de Argónida".
Hombre culto, por aquél tiempo no tenía muy claro eso de pertenecer a la Generación del 50, pues entendía que sólo habían coincidido una serie de circunstancias que hicieron compartir experiencias con escritores y poetas de una misma época, pero no terminaba de entender que aquéllo hubiese sido un grupo organizado a propósito para ningún fin concreto, aunque según muchos autores tampoco ocurrió con la del 98 y la del 27.
Me recordó sus primeras lecturas de Espronceda, que tanto influyó en su forma de concebir la literatura. Se mostraba indignado con la izquierda de este país que había perdido el norte y que poco después perdió las elecciones generales. Pedro Pacheco le acusaba de haber renunciado a su Jerez natal y de cambiar su patria chica por las tierras de Sanlúcar y de Montijo, hasta que llegó la feliz reconciliación y el nacimiento de la Fundación que lleva su nombre. Ya en aquél año de 1.995 denunciaba la terrible especulación urbanística de esta, para él, mítica ciudad de Sanlúcar de Barrameda, que a su modo de ver se inició en los 60 o 70 con la construcción del espectrante Hotel Guadalquivir en un entorno urbano que comenzó a ser castigado impunemente.
Ninguneado por sabe Dios qué intereses por ciertos miembros de la Real Academia de la Lengua Española, él siguió su camino sin ataduras y consciente de que somos el tiempo que nos queda y su madurez literaria, su estilismo y cultismo le ha ido permitiendo aportar a la lengua castellana una mayor riqueza conceptual que le lleva a ser reconocido con el Premio Reina Sofía de Poesía 2.004 y el Premio Nacional de las Letras en el 2.005, y recientemente el Premio Internacional Terenci Moix y Premio Nacional de Poesía en 2.006.
Con sus últimas declaraciones sobre el empobrecimiento acelerado de nuestra Literatura (tiene suficiente entidad moral para denunciarlo), ha despertado en este año un intenso debate sobre lo mucho que se publica y ha obligado a los intelectuales a que se haga una redefinición de la Literatura y a que se le practique un chequeo profundo a la pléyade de nuevos libros que inundan los anaqueles de nuestras bibliotecas públicas y domésticas. Para muchos ha sido su más grave infracción, imagino que por darse por aludidos.

Manuel J. Márquez Moy

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