Manuel María Gil (IU) junto al sacerdote Javier Baeza
El pasado Jueves 26 de Julio daban comienzo un año más los clásicos “Encuentros en la Paz” que organiza IU en Sanlúcar de Barrameda en el Centro Cultural de la Victoria. Para esta primera ocasión se había invitado al sacerdote Javier Baeza, uno de los responsables de la Parroquia San Carlos Borromeo del Barrio de Vallecas de Madrid. Javier Baeza vino con las ideas muy claras sobre algo con lo que una mayoría de la ciudadanía general se sienten identificados. El Evangelio hoy. Se sienten identificados en cuestionarse las razones por las que la Iglesia Católica Institucional parece que sigue anclada en el medievo, sin dar respuestas claras y demostrativas a los problemas que acusan actualmente los jóvenes, padres, con las dificultades que se les presentan hoy día con los sueldos irrisorios muchas veces para llegar a final de mes, o cientos de cuestiones de todo tipo. Si Jesucristo marcó un antes y un después, independientemente de que se le quiera divinizar o humanizar en mayor o menor medida, fue por su mensaje. Un mensaje recogido en los Evangelios, cuestionados en razón de la autoría, desde el punto de vista de científicos racionalistas, algo que no vamos a tratar aquí, que sigue estando vigente. Un Jesucristo que dio respuestas para todos los tiempos, pero que la Jerarquía eclesiástica católica se empeña en tergiversar.
Javier Baeza, al igual que sus dos compañeros sacerdotes de Parroquia en Madrid, no han hecho más que obrar según el mensaje de Jesucristo. Baeza explicaba en su conferencia amena y sencilla que su acercamiento al mundo de los excluidos, toxicómanos, madres, ateos, inmigrantes, jóvenes de hoy, les ayudó a cuestionarse las costumbres que había heredado de las enseñanzas más ortodoxas de la Iglesia Institucional, alejada en demasía de los problemas de la calle. Javier Baeza y sus compañeros no hicieron más que responder a lo que todos cuestionamos en cierta medida actualmente con respecto a la Iglesia católica del presente. Su boato, su rígida liturgia, su poder económico, no es comprendido por la juventud de hoy, que se aleja de esos patrones retrógrados. Y respondieron poniéndose a trabajar con las manos abiertas dispuestos a escuchar lo que la sociedad requiere de la Iglesia Católica. Una iglesia próxima a los problemas, comprometida con las injusticias sociales, pero lejos de la caridad, porque los pobres también tienen su dignidad, sino cercana y conviviendo con los excluidos de esta sociedad sus realidades dramáticas.
El problema surge cuando los propios sacerdotes de San Carlos Borromeo, cuestionan en su denuncia social además de las injusticias cometidas con toxicómanos, presidiarios, prostitutas, a la propia jerarquía eclesiástica, más atentas a estar próximas al poder económico que a estas realidades del día a día. Esto al Arzobispo de Madrid, Rouco Varela no le gustó para nada, cómo no se ceñían a la liturgia del ritual romano, y las catequesis, que según él no son las homologadas. Según el Concilio Vaticano II, al que se han atenido los sacerdotes de San Carlos Borromeo dice en uno de sus puntos, según Javier Baeza, que ”Es responsabilidad de los curas y de las comunidades ante la feligresía que tengamos animar y encontrar formas de actualizar nuestra expresión litúrgica”. Y eso es lo que han hecho. Cuenta que una madre que había tenido que sufrir la pérdida de tres hijos víctimas de las drogas, con todo lo trágico que eso supone, cuando no hacía un año que había enterrado a su último hijo, y se había esforzado en seguir hacia delante en esta Vida, al ser una persona educada en un pueblo, elaboró con sus propias manos un pan a la antigua usanza y pidió si se podía bendecir para utilizarlo en la Eucaristía, por lo que los tres sacerdotes de la Parroquia entendieron que eso merecía un respeto hacia esa mujer que había recompuesto sus heridas y dolor expresando con su mejor fe ese ofrecimiento de ese pan para la celebración del Domingo.
Javier Baeza, al igual que sus dos compañeros sacerdotes de Parroquia en Madrid, no han hecho más que obrar según el mensaje de Jesucristo. Baeza explicaba en su conferencia amena y sencilla que su acercamiento al mundo de los excluidos, toxicómanos, madres, ateos, inmigrantes, jóvenes de hoy, les ayudó a cuestionarse las costumbres que había heredado de las enseñanzas más ortodoxas de la Iglesia Institucional, alejada en demasía de los problemas de la calle. Javier Baeza y sus compañeros no hicieron más que responder a lo que todos cuestionamos en cierta medida actualmente con respecto a la Iglesia católica del presente. Su boato, su rígida liturgia, su poder económico, no es comprendido por la juventud de hoy, que se aleja de esos patrones retrógrados. Y respondieron poniéndose a trabajar con las manos abiertas dispuestos a escuchar lo que la sociedad requiere de la Iglesia Católica. Una iglesia próxima a los problemas, comprometida con las injusticias sociales, pero lejos de la caridad, porque los pobres también tienen su dignidad, sino cercana y conviviendo con los excluidos de esta sociedad sus realidades dramáticas.
El problema surge cuando los propios sacerdotes de San Carlos Borromeo, cuestionan en su denuncia social además de las injusticias cometidas con toxicómanos, presidiarios, prostitutas, a la propia jerarquía eclesiástica, más atentas a estar próximas al poder económico que a estas realidades del día a día. Esto al Arzobispo de Madrid, Rouco Varela no le gustó para nada, cómo no se ceñían a la liturgia del ritual romano, y las catequesis, que según él no son las homologadas. Según el Concilio Vaticano II, al que se han atenido los sacerdotes de San Carlos Borromeo dice en uno de sus puntos, según Javier Baeza, que ”Es responsabilidad de los curas y de las comunidades ante la feligresía que tengamos animar y encontrar formas de actualizar nuestra expresión litúrgica”. Y eso es lo que han hecho. Cuenta que una madre que había tenido que sufrir la pérdida de tres hijos víctimas de las drogas, con todo lo trágico que eso supone, cuando no hacía un año que había enterrado a su último hijo, y se había esforzado en seguir hacia delante en esta Vida, al ser una persona educada en un pueblo, elaboró con sus propias manos un pan a la antigua usanza y pidió si se podía bendecir para utilizarlo en la Eucaristía, por lo que los tres sacerdotes de la Parroquia entendieron que eso merecía un respeto hacia esa mujer que había recompuesto sus heridas y dolor expresando con su mejor fe ese ofrecimiento de ese pan para la celebración del Domingo.
Hubo bastante participación por parte del público asistente
Y así sucesivamente fueron entregando su vida parroquial a estas personas excluídas, acogiendo a todo tipo de personas con graves problemas sociales y asistidos de forma excepcional por abogados, que sacaban tiempo para colaborar con ellos. Recibieron apoyos de todo los puntos de la geografía mundial. Africa, América...”Cuando doy de comer me llaman santo, pero cuando pregunto por qué no tienen qué comer me llaman comunista”. Según Baeza, ahí radica principalmente el trasfondo de la problemática surgida en el seno del Arzobispado de Madrid. Porque esa sociedad excluída son el resultado de unas razones complejas. Lo positivo de todo esto es que este debate se ha sacado de nuevo a la sociedad, cuando la Iglesia católica Española Institucional guarda silencio, y no recibe a ningún medio de comunicación, sino que se remiten a un escrito que hicieron público hace unos meses y esa ha sido la única respuesta oficial al conflicto, además de intentos de desautorizar y suspender a los tres sacerdotes de su oficio. Pero Rouco no se ha atrevido a tanto.
Manuel J. Márquez Moy
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