Pesca con trasmallos, verdaderamente también los más dañinos, ya que incluso caen en sus redes aves acuáticas.
Una cosa es la turbidez del Guadalquivir en su desembocadura, de la que tienen que darnos buena cuenta desde hace tiempo la Alcaldesa de Sanlúcar de Barrameda y la Junta de Andalucía, con mucho detalle, y otra la prohibición de la captura de angulas en el Estuario. La decisión parte de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), ante el peligro de extinción en el que se encuentra la anguila, no aquí en esta zona, sino a nivel europeo.
Esto se ha unido a que la práctica de la captura de angulas y anguilas en la desembocadura del Guadalquivir ha venido siendo una actividad ilegal, difícil de regular y que nunca se ha afrontado con la seriedad suficiente. Para nada es un enfrentamiento lo que se busca con los riacheros de Trebujena, que bien saben ellos que con la luz de malla de sus redes vienen dañando a una población importante de otras especies que devuelven muertas al mar y que tienen un interés económico en el mercado importantísimo, caso de los langostinos, lenguados (las tres especies que hay en esta zona), acedías, róbalos, boquerones, sardinas, bailas y corvinas especialmente.
Al ser la luz de malla muy pequeña para angulas que ya apenas existen en la desembocadura, las embarcaciones de los riacheros capturan también los alevines de las especies citadas devolviéndolas al agua moribundas sin dejar que la población de cada especie se reproduzca en grandes cantidades.
Según los datos facilitados por Carlos Fernández Delgado, Investigador y Profesor de Biología Animal de la Universidad de Córdoba, a principios de los 80 se llegaban a capturar 40.000 kilos de angulas, en el año 2.007 se descendió de manera alarmante a 1.000 kilos y el pasado año a 300 kilos. Como las competencias para la gestión de la Pesca la tiene la Junta de Andalucía, por mandato de la UICN, en toda Europa principalmente tienen que formular decretos de moratoria para la recuperación de una especie que en el mundo ha descendido un 90 % en los últimos años.
Esto se ha unido a que la práctica de la captura de angulas y anguilas en la desembocadura del Guadalquivir ha venido siendo una actividad ilegal, difícil de regular y que nunca se ha afrontado con la seriedad suficiente. Para nada es un enfrentamiento lo que se busca con los riacheros de Trebujena, que bien saben ellos que con la luz de malla de sus redes vienen dañando a una población importante de otras especies que devuelven muertas al mar y que tienen un interés económico en el mercado importantísimo, caso de los langostinos, lenguados (las tres especies que hay en esta zona), acedías, róbalos, boquerones, sardinas, bailas y corvinas especialmente.
Al ser la luz de malla muy pequeña para angulas que ya apenas existen en la desembocadura, las embarcaciones de los riacheros capturan también los alevines de las especies citadas devolviéndolas al agua moribundas sin dejar que la población de cada especie se reproduzca en grandes cantidades.
Según los datos facilitados por Carlos Fernández Delgado, Investigador y Profesor de Biología Animal de la Universidad de Córdoba, a principios de los 80 se llegaban a capturar 40.000 kilos de angulas, en el año 2.007 se descendió de manera alarmante a 1.000 kilos y el pasado año a 300 kilos. Como las competencias para la gestión de la Pesca la tiene la Junta de Andalucía, por mandato de la UICN, en toda Europa principalmente tienen que formular decretos de moratoria para la recuperación de una especie que en el mundo ha descendido un 90 % en los últimos años.
Un barco cuchara en la desembocadura para la pesca de angulas
Los riacheros piden a la Junta que se regule la pesca y puedan recibir durante estos diez años de prohibición una compensación económica, pero evidentemente no puede subsidiarse una actividad ilegal o alegal, ya que la Junta y antes el Ministerio no se preocuparon de organizar y planificar nada, viéndose la práctica de esta pesca singular incluso como algo pintoresco asociado a la antropología de la vida en el río.
Otra cosa bien distinta es la situación del río que sigue en un abandono preocupante, y nadie explica con autoridad suficiente y conocimiento qué le pasa al río, qué pasa con la Presa de Alcalá del Río, los metales pesados. De eso, se puede asegurar con total rotundidad, no tienen la culpa los riacheros.
Manuel J. Márquez Moy
Otra cosa bien distinta es la situación del río que sigue en un abandono preocupante, y nadie explica con autoridad suficiente y conocimiento qué le pasa al río, qué pasa con la Presa de Alcalá del Río, los metales pesados. De eso, se puede asegurar con total rotundidad, no tienen la culpa los riacheros.
Manuel J. Márquez Moy
No hay comentarios:
Publicar un comentario