Esta mañana han derribado y acabado con la vida de las Robinias que durante casi más de dos décadas han estado embelleciendo la Plazoleta de San Francisco. Allí me quedé observando perplejo cómo una de esas máquinas que ocupan hoy nuestras calles devoraba casi literalmente ramas y troncos, y en menos de un minuto uno por uno quedaban triturados.
Era un momento extraño, escuchar y sentir el crujir del ramaje. Últimamente trato de ser algo más pragmático. Entender en estos casos que el arreglo de nuestras calles conlleva en ciertos casos, no en todos, estas consecuencias. Por cuatro ó cinco Robinias no se acaba el Planeta, ni hay que poner el grito en el cielo. Pero aún así, no deja de crujirte también algo en tu interior cuando ves desaparecer del paisaje en esta ocasión estos árboles. Los árboles también tienen su dignidad.
No hay que pensar que se acaba el Planeta siempre y cuando esté garantizada una nueva plantación con especies acordes y adaptables al medio urbano donde han desaparecido las anteriores, y con un fuste ya considerable. No un plantón, sino un “señor” árbol, porque al paso que vamos en Sanlúcar, entre que no tenemos un parque público en condiciones, y el Plan E que está devastando la poca arboleda que había, esto se está convirtiendo en un erial de asfalto y cemento.
Por otro lado, aunque ya abundaré más en esto de la conservación del paisaje urbano, llevo unas dos semanas que parecen que vengo también de un entierro. Hay cosas que nunca hemos tenido en Sanlúcar de Barrameda y se crean como algo novedoso, como los pipi-can, y equipamientos del tan cacareado Punto Limpio (parece que el resto fuera todo guarro). Y es que es un bochorno la cantidad de aspectos que estamos enterrando. Aspectos que no son fácilmente tangibles, porque forman parte de lo que hoy día se conoce como cultura inmaterial. Una manera de vivir, de hablar, de convivir, de pensar, de educar, de sentir que está quedando enterrada por las prisas, por lo vertiginoso de todo.
No te da tiempo de asimilar una noticia, que ya tiene otra,¡ qué digo otra!, cincuenta encima. Pronto, en cuestión de días estaremos en la vorágine de las Navidades, y los Carnavales, y Semana Santa…Y cada día menos tiempo para saborear el paso del tiempo. El problema radica en que estamos enterrando una percepción de la Vida y no hemos sabido crear otra nueva más humana, acogedora y armoniosa.
De cualquier modo, entre pitos y flautas, el Ayuntamiento-ya estamos-nos va encantando con una flauta tipo Hamelín, con Juan Marín a la cabeza, y ni nos enteramos de lo que realmente pasa en la pésima gestión del Equipo de Gobierno. Hay una estrategia muy antigua que se trata de hacer dos modos de Gobiernos paralelos del Ayuntamiento y la ciudad. Uno, el que he citado antes, de cara a la galería, para entretenernos, discusiones entre partidos, salir en las fotos, afirmar que los jóvenes ya tienen una alternativa de ocio, y cosas parecidas, y dos, la gestión real, la de los números, la de préstamos exprés, la carencia de opciones de alternativas al tejido social cada día más hundido, como condición de crisis endógena, autóctona, de Sanlúcar, que poco tiene que ver con la de la crisis nacional.
Espero que se pueda espantar tantos entierros de la economía, la cultura y el espejismo de desarrollo sanluqueño y se note que el Equipo de Gobierno trabaja y toma decisiones planificadas.
Manuel J. Márquez Moy
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