Buenas noches a todos y antes que nada agradecer de todo corazón a Luisa Isabel, la señora Duquesa, por su apoyo incondicional a lo largo de tantos años, y a la Fundación Casa de
Medina Sidonia por cedernos para este acto nuevamente este maravilloso Palacio, germen de la expansión patrimonial de Sanlúcar de Barrameda a lo largo de tantos siglos.
Agradecer, cómo no, la presencia de todos los que están haciendo posible este Programa.
“LAS HUELLAS DE LA MEMORIA”, como siempre he indicado puede que sea el proyecto de mi vida. Ahora después de la fallida y lamentable experiencia con la Fundación Eduardo Domínguez Lobato, y con una renovada tripulación que ya muchos quisieran, ponemos rumbo hacia toda una aventura. Por eso quiero pedir disculpas especialmente a D. Federico Mayor Zaragoza, a mi buen amigo Javier Castroviejo y a mi entrañable amiga Bibiana Aído por pedirles que estén esta noche aquí, sin que ellos seguramente sepan muy bien qué es esto de “LAS HUELLAS DE LA MEMORIA”. Todo se andará.
El destino, el Buen Dios, o lo que sea ha querido que esta noche no pueda estar aquí por una rotura de tobillo que me ha apartado de mi frenética actividad durante casi un mes y medio en el que tenía que haber resuelto mil cosas, por lo que dejo este prólogo a este acto inaugural para que sea leído.
“LAS HUELLAS DE LA MEMORIA” es sencillamente el resultado de más de veinte años de observación, aprendizaje, estudio paciente de todo lo que esta maravillosa Vida nos ha ido regalando a modo de experiencias de todo tipo.
Primero fue una intensa etapa en colegios e institutos y medios de comunicación social, descubriendo para todos y con todos el paisaje y el paisanaje de estas tierras de Sanlúcar de Barrameda y el mundo de Doñana. Ascender con un nutrido grupo de niños o personas ya bastante maduras al Cerro de Cabeza Gorda, en el Cortijo de Evora, o el Lucio de la Paja en las Marismas de Bonanza, o recorrer el entorno barrialteño para que éstos habitantes atraparan con sus cinco o seis sentidos, no sólo el espacio físico del antiguo Pósito (hoy desaparecido), o las dunas de los Pinares de la Algaida, invitándoles a detenerse a interpretar cada uno con su propia educación, personalidad y actitudes el significado histórico, social, económico de la presencia de esos paisajes urbanos, rurales y naturales que forman el escenario de nuestras vivencias.
Esos primeros 20 años de experiencias con el ciudadano más joven y el más adulto (que incluso desconocían su propio entorno) se recopiló en un programa llamado “DIÁLOGOS CON LA
NATURALEZA”. La posibilidad de abrir o reabrir ese diálogo, ese reencuentro, entre el ser humano y la tierra más inmediata que le rodeaba a través de los sentidos se puede decir que fue la primera etapa de este trabajo que hoy se quiere presentar aquí. Pues aquellos veinte años de “DIÁLOGOS CON LA NATURALEZA” no eran suficientes. Se necesitaba un paso más comprometedor. El medio se está transformando a ritmo vertiginoso mientras se ponen en marcha cientos de proyectos que creo ver, intentan preparar al ser humano ante la intensa manipulación del espacio físico y de aquellos resortes culturales que permitan nuestra convivencia en nuestro mismo medio, aun siendo nosotros artífices en la mayoría de los casos de
esa misma transformación que hace zarandear nuestra cultura a través de sus incontables expresiones, debilitando o sepultando ciertas costumbres que daban sentido a nuestra forma de entender la vida.
Esa transformación en forma de desarrollismo que parece que devora todo sin tregua para ir asimilando o recapacitando qué sociedad estamos creando, produce numerosos trastornos. A mi
entender estamos empobreciendo no sólo los recursos naturales de nuestro entorno más próximo, salinizando acuíferos, agotando tierras cultivables, depositando contaminación por todos lados, sino que también estamos empobreciendo nuestra capacidad de asombro, nuestra capacidad para reaccionar ante la pérdida de aquello que daba sentido a nuestras vidas como comunidad.
Habrá mucha gente que se pueda adaptar a vivir rodeada de asfalto y cemento, pero renunciar al paisaje de nuestros orígenes naturales, desterrando de nuestra vista la amplia planicie marismeña, no parece que vaya a ser una buena idea para nuestro futuro más inmediato, como así apuntan las recientes investigaciones que vaticinan graves desarreglos planetarios ante la pérdida de recursos ecológicos.
Me gustaría pensar que todo marcha bien, pero llevo años asistiendo perplejo a la infinita soledad de muchos ciudadanos, a los graves problemas de adaptación en no pocos jóvenes que buscan salir airosos de atolladeros equivocándose muchas veces de camino por muy distintas y complejas razones. Hace unos meses le comenté a José Chamizo, Defensor del Pueblo Andaluz,
que había llegado la hora de revisar patrones éticos e ir definitivamente a las raíces de numerosos problemas psicosociales que estaban demasiado profundas y a las que no sé muy bien por qué no nos atrevíamos a analizar, a pesar de que esta zona de nuestra geografía es una comunidad generalmente deprimida socialmente, aunque se maquillen con una a veces frágil y preocupante opulencia.
He tratado de tomar un espacio geográfico como Doñana y el término municipal de Sanlúcar de Barrameda para, con la ayuda de sus ciudadanos y otros muchos profesionales en numerosas
disciplinas de distintos lugares de España, tratar de poner un poco de orden a través de una apasionante experiencia, no queriendo tutelar nada, sino sumarnos a cuantas iniciativas ya hay puestas en marcha por entidades públicas y privadas.
Doñana no puede aparecer en este espacio geográfico como un continuo foco de tensiones entre sus administradores públicos, llámese Gobierno Central o Autonómico, tecnócratas y otros agentes sociales, y ser además un problema para los habitantes de su entorno, sea en la zona de Huelva, en Sevilla o esta área de Cádiz.
El riquísimo patrimonio tanto de este espacio natural como el de las localidades que la rodean tiene que ser entendido por todos como un valor existencial, porque posibilita un mejor desarrollo para nuestra sociedad, contando con que tanto patrimonio vegetal, hidrogeológico y faunístico tiene un mayor sentido, más allá de lo puramente estético. No podemos permitir que cientos de expresiones culturales de este ámbito desaparezcan para siempre, desde el lenguaje
vernáculo, hasta formas de expresión artística asociadas a la arquitectura, a la música, a la religiosidad. Porque evolucionar no significa necesariamente acabar con nuestras bases culturales. Y esas bases culturales hay que seguir dinamizándolas y no introducirlas en museos testimoniales y destinarlas a vagos recuerdos.
Toda esa memoria personal y colectiva tiene que servirnos para algo. Que no corramos, y me incluyo el primero, a denunciar la desaparición de un edificio emblemático, un paisaje natural, una manifestación artística, una semilla autóctona de un cultivo propio de nuestra cultura agroalimentaria, cuando ya sea demasiado tarde y estemos presos de una ciudad cuadriculada de
asfalto y cemento.
Yo no tengo las soluciones pero quiero pensar que estamos apuntando a que quizás tenemos que organizarnos mejor en todos los terrenos, desde la politica hasta planificar lo que puede ser la
agricultura, la pesca, la salud o el turismo de las próximas décadas.
Y toda esa huella que todavía nos queda tenemos que recuperarla, para adquirir una mayor y mejor educación que nos permita participar en seguir creando una sociedad más sana y con mayores perspectivas de desarrollo y evolución ante los tantísimos desafios que se nos va a ir presentando, ante los nuevos retos culturales, educacionales y medioambientales.
Y aquí es donde pido la orientación, la ayuda, el asesoramiento de D. Federico Mayor Zaragoza, de D. Javier Castroviejo y de Dña. Bibiana Aido.
Nos sumamos a cuantos proyectos hay en marcha, pero observo que quizá el listón y los objetivos tengan que ser más pretenciosos. Hay que tratar de cambiar con un amplio consenso
social aquellas cosas que no están funcionando e investigar y realizar- manejando bien los presupuestos- cuantas iniciativas puedan mejorar esta sociedad en la que vivimos, carente de una mayor generosidad, amabilidad y humanismo.
Y para terminar, hoy no debe ser solo un privilegio para mi, sino para todos los que se han comprometido en luchar por Sanlúcar de Barrameda y un mundo mejor, en que D. Federico esté con nosotros aquí. Un hombre que lleva batallando desde niño con mayores o menores dificultades, lleno de sensibilidad y que en esas apretadas agendas ha tenido la enorme generosidad de buscar un hueco para estar en esta presentación, y lanzarnos una de sus siempre acertadas reflexiones en un mundo donde ahora mismo se necesitan grandes referentes. Como alguien dijo la paz no es la ausencia de guerra, sino otras muchas actitudes ante la vida, ante nuestros semejantes, sea entre Oriente y Occidente o a niveles más localistas, entre el agricultor curtido en las ya escasas viñas de Sanlúcar, el marinero, o la guardesa de Martinazo en Doñana, que se afana en las labores familiares.
Recordar por último el cariñoso apoyo de más de doscientos profesionales de fuera, más los que siempre han estado colaborando también desde aquí. Especial atención al Comité Español de la UNESCO, a la FUNDACIÓN CULTURA DE PAZ, a la FUNDACIÓN FÉLIX RODRÍGUEZ DE LA FUENTE, a la ESTACIÓN BIOLÓGICA DE DOÑANA, al INSTITUTO DE NEUROBIOLOGÍA “RAMÓN Y CAJAL” DE MADRID, al PROYECTO HOMBRE, a TELEVISIÓN ESPAÑOLA, JUNTA DE ANDALUCIA , MINISTERIO DE FOMENTO, MINISTERIO DE IGUALDAD, FUNDACIÓN "EL LEGADO ANDALUSÍ", FUNDACIÓN DE CULTURA DE LA DIPUTACION DE CÁDIZ, LABORATORIO AGROALIMENTARIO "GEMASBE".
Aquí comenzamos hoy un largo recorrido hasta el año 2012. Entre los numerosos proyectos por realizar están diversas investigaciones, grupos de trabajo, cursos, fomento del conocimiento más profundo de nuestra cultura y naturaleza humana, contando con los valiosos apuntes que vendrán a aportarnos Norman Foster, el Dr. Carlos Castilla del Pino o el Dr. Rojas Marcos, por citar sólo algún ejemplo.
Hoy concretamente creímos oportuno que Javier Castroviejo nos introdujera en la importancia de las Reservas de la Biosfera en un mundo tan complicado, y Federico Mayor Zaragoza en mostrarnos desde su intensa experiencia los desafíos a los que nos estamos enfrentando y a los que se nos avecinan en este planeta cada día más globalizado.
Manuel J. Márquez Moy,
Coordinador del Programa
Sanlúcar de Barrameda, Junio de 2.006