La serie original de estos artículos que he ido escribiendo son más precisos y extensos, pero voy a resumir la parte final en esta única parte.
Unida a las actividades en pandillas de barrio, empieza a circular en torno a ciertos ambientes del extrarradio principalmente y en ambientes no muy desarrollados la heroína. La tragedia que lleva pareja la inyección de estas sustancias tóxicas y la aparición de enfermedades como el SIDA empiezan a trasladar la tragedia y el drama a muchos hogares de Sanlúcar. El miedo empieza a apoderarse de la población que ve en estos toxicómanos a unos seres “demoníacos”, además de que están normalmente asociados a la delincuencia de todo tipo.
La delincuencia aumenta en la población junto al narcotráfico de heroína y hachís principalmente. Se ha entrado en una etapa aciaga para una parte de la juventud. El concepto poco a poco irá cambiando, llegándose a ver con el tiempo a estos jóvenes toxicómanos como auténticos enfermos. A nivel emocional también aumentan los estudios que ven en la baja autoestima de ellos la razón de caer en estos mundos marginales.
La autoestima siempre se ha considerado el motor de la personalidad. Una persona con baja autoestima se convierte en una persona muy vulnerable en una sociedad donde acechan muchos problemas. Transcurrido cierto tiempo los progenitores de estos jóvenes, con edades superiores a casi ya los 60 años, acaban desesperados ante una situación que no terminan de comprender, pues esto nada tiene que ver con la época juvenil que ellos vivieron. Sólo ven que sus niños a los que “criaron” tienen que ir a enterrarlos. Los progenitores más jóvenes que estrenan casi su edad adulta se empiezan a incorporar al ámbito laboral, mientras que los niños apenas tienen comunicación con sus padres, a los que en muchos casos sólo ven por la mañana y la noche. Son los niños que crecen junto a la televisión y la consola y que, los padres, queriendo suplir el poco tiempo que pasan con ellos, les regalan multitud de juguetes de entretenimiento.
Estos padres viven la época del pelotazo, de los llamados nuevos ricos, y que no escatiman en gastar y derrochar dinero en todo tipo de complementos. Digo derrochar porque son familias a las que le han sobrado de todo, según ellos mismos, pero que no tuvieron buena comunicación emocional con los hijos, han lamentado tras algún suceso.
Los hábitos de consumo y modismos van cambiando en la calle entre los adolescentes y jóvenes a un ritmo frenético. Empieza una etapa donde la carencia generalizada de autoestima en los niños encienden las alarmas de los expertos en Educación y otras disciplinas como la Psicología.
La expresión de ese vacío interior en los jóvenes es tal que los síntomas no tardan en llegar: embarazos no deseados, consumo inconsciente de sustancias tóxicas donde priman variedades de éxtasis y cocaína, alcohol en cantidades peligrosas, fuertes deseos de dependencia que les llevan a practicar un tipo de sexualidad prematura, aumento de agresividad, conducción temeraria de vehículos.
Los expertos han llegado a afirmar que el sentimiento de vacío es tal que necesitan cada vez más entregarse a riesgos que rayan con la propia muerte. Es como si hubiesen dejado de sentir, y para sentirse vivos experimentan con todo tipo de estímulos.
Sólo basta entrar en el lenguaje de las emociones de los jóvenes para darse cuenta de las graves carencias de cariño que tienen.
Puede parecer simplista esta situación que explico, pero los padres actualmente se sorprenden hasta donde son capaces de llegar sus propios hijos para expresar resentimiento por sentirse vacíos o pedir el cariño que les falta en el hogar. Ahí están las raíces de la botellona, de los comas etílicos, de las anorexias y bulimias, de las adicciones, de la provocación, del salvajismo, de la violencia en las aulas de los colegios,.... Evidentemente no todos tienen ese sentimiento, pero éstos últimos son los menos. Hay ciertas variantes, pero tras muchos años de paciente observación y estudio esa es la realidad con la que nos encontramos.
Mientras no se tome como referencia esta perspectiva, seguiremos poniendo parches. Ahora bien, es de vital importancia que se actúe desde los órganos competentes para aplicar la ley de tráfico, de consumo ilegal de tóxicos, de escándalo público.
Y quizás, con toda seguridad haya que volver a las escuelas de padres, o reforzar programas para ir afrontando los desafíos que presentan nuestros jóvenes. Pero con una planificación coordinada a fondo que realmente repercuta en la raiz de tantos problemas de convivencia. El trabajo es arduo y difícil, pero ellos son nuestra mejor herencia.
La delincuencia aumenta en la población junto al narcotráfico de heroína y hachís principalmente. Se ha entrado en una etapa aciaga para una parte de la juventud. El concepto poco a poco irá cambiando, llegándose a ver con el tiempo a estos jóvenes toxicómanos como auténticos enfermos. A nivel emocional también aumentan los estudios que ven en la baja autoestima de ellos la razón de caer en estos mundos marginales.
La autoestima siempre se ha considerado el motor de la personalidad. Una persona con baja autoestima se convierte en una persona muy vulnerable en una sociedad donde acechan muchos problemas. Transcurrido cierto tiempo los progenitores de estos jóvenes, con edades superiores a casi ya los 60 años, acaban desesperados ante una situación que no terminan de comprender, pues esto nada tiene que ver con la época juvenil que ellos vivieron. Sólo ven que sus niños a los que “criaron” tienen que ir a enterrarlos. Los progenitores más jóvenes que estrenan casi su edad adulta se empiezan a incorporar al ámbito laboral, mientras que los niños apenas tienen comunicación con sus padres, a los que en muchos casos sólo ven por la mañana y la noche. Son los niños que crecen junto a la televisión y la consola y que, los padres, queriendo suplir el poco tiempo que pasan con ellos, les regalan multitud de juguetes de entretenimiento.
Estos padres viven la época del pelotazo, de los llamados nuevos ricos, y que no escatiman en gastar y derrochar dinero en todo tipo de complementos. Digo derrochar porque son familias a las que le han sobrado de todo, según ellos mismos, pero que no tuvieron buena comunicación emocional con los hijos, han lamentado tras algún suceso.
Los hábitos de consumo y modismos van cambiando en la calle entre los adolescentes y jóvenes a un ritmo frenético. Empieza una etapa donde la carencia generalizada de autoestima en los niños encienden las alarmas de los expertos en Educación y otras disciplinas como la Psicología.
La expresión de ese vacío interior en los jóvenes es tal que los síntomas no tardan en llegar: embarazos no deseados, consumo inconsciente de sustancias tóxicas donde priman variedades de éxtasis y cocaína, alcohol en cantidades peligrosas, fuertes deseos de dependencia que les llevan a practicar un tipo de sexualidad prematura, aumento de agresividad, conducción temeraria de vehículos.
Los expertos han llegado a afirmar que el sentimiento de vacío es tal que necesitan cada vez más entregarse a riesgos que rayan con la propia muerte. Es como si hubiesen dejado de sentir, y para sentirse vivos experimentan con todo tipo de estímulos.
Sólo basta entrar en el lenguaje de las emociones de los jóvenes para darse cuenta de las graves carencias de cariño que tienen.
Puede parecer simplista esta situación que explico, pero los padres actualmente se sorprenden hasta donde son capaces de llegar sus propios hijos para expresar resentimiento por sentirse vacíos o pedir el cariño que les falta en el hogar. Ahí están las raíces de la botellona, de los comas etílicos, de las anorexias y bulimias, de las adicciones, de la provocación, del salvajismo, de la violencia en las aulas de los colegios,.... Evidentemente no todos tienen ese sentimiento, pero éstos últimos son los menos. Hay ciertas variantes, pero tras muchos años de paciente observación y estudio esa es la realidad con la que nos encontramos.
Mientras no se tome como referencia esta perspectiva, seguiremos poniendo parches. Ahora bien, es de vital importancia que se actúe desde los órganos competentes para aplicar la ley de tráfico, de consumo ilegal de tóxicos, de escándalo público.
Y quizás, con toda seguridad haya que volver a las escuelas de padres, o reforzar programas para ir afrontando los desafíos que presentan nuestros jóvenes. Pero con una planificación coordinada a fondo que realmente repercuta en la raiz de tantos problemas de convivencia. El trabajo es arduo y difícil, pero ellos son nuestra mejor herencia.
Manuel J. Márquez Moy