lunes, agosto 30, 2010

"LA VIDA REAL" por Bárbara Alpuente






En agosto, la ciudad descansa en ausencia de los que faltan. En agosto, la ciudad es como una madre que envía a sus hijos a un campamento de verano. Tras la despedida, se encuentra desubicada e incompleta, y después, se entrega a la quietud de sus días. Respira aliviada, duerme de un tirón y saborea el silencio de las mañanas tranquilas. Abro la ventanilla en el viaje de vuelta y acaricio el final del verano con los dedos extendidos en el aire. Observo las aceras despejadas y los árboles derramando sus discretas sombras sobre bancos ocupados por ancianos. Detenemos el coche en un semáforo que parece brillar sólo para nosotros. Viajamos callados. Voy posando las pupilas en el último tramo de mi agosto. Todo se tiñe de una brisa cargada de irrealidad y las calles se presentan como el escenario de la próxima función. Una función de rutinas que habrá que asumir, o romper, o tragar, o aniquilar. Rutinas con las que reconciliarse, rutinas que estallan con el sonido del primer despertador, rutinas que te descubren que tu vida te gusta.



Asoma lentamente la cotidianidad, la intuyes en tu propio cuerpo, que recupera sus hábitos sin grandes esfuerzos. Se quiebra el paréntesis estival. Esperan los vagones fluorescentes repletos de rostros con expresiones lejanas, los compañeros de trabajo que ahora mismo te resultan extraños, tu silla de oficina, el café con leche en vaso del bar de abajo y la inquietante sensación de que el tiempo se te escapa. Maletas que recorren el asfalto de la mano de sus rendidos dueños.




Sus vacaciones también han terminado y ahora toca esperar en el altillo hasta una siguiente oportunidad. Unos llegan con resignación, otros con alegría, otros con la angustia conquistando sus órganos hasta sitiar todo su ser. Nos visitan ahora las reflexiones sobre nuestros rumbos. ¿Es esta la vida que quiero? ¿Es esta la vida que imaginé para mí? ¿Es esto lo que me ha tocado, lo que me he buscado? ¿Puedo trazar otro camino? ¿Y por qué no?.




Hay quien desearía huir de nuevo de su hogar, de su trabajo, de su amante, de su mente. Hay quien desearía incluso huir de sí mismo. Palpo la arena de playa que aún permanece en el fondo de mi bolso. Cierro los ojos y me atrapa un chispazo de nostalgia. Las avenidas cogen fuerzas bajo un sol cada vez más débil y se disponen a sufrir las pisadas que cubrirán su piel en unas horas. Un viento frío se levanta por las noches y se instala en mi balcón con sutileza. El ventilador me observa con melancolía. Me acerco a él mientras parece desviar la mirada. Sabe que ya no lo necesito, que pasarán muchos meses hasta volver a encontrarnos. Ha sido mi fiel e imprescindible compañero, pero necesitamos darnos un tiempo. Es lo mejor para los dos. La ciudad ya ha descansado y ahora cuenta los minutos para la vuelta de sus hijos. Y los minutos se van despeñando por los riscos del mes que termina.

Vibran las gargantas cada vez más alto, cada vez más cerca, el tráfico comienza a aullar…Septiembre se abre paso entre edificios expectantes. La ciudad extiende sus brazos y acoge a su prole un año más. Queridos lectores , bienvenidos a la vida real…Si es que eso existe.


Bárbara Alpuente es Guionista de varias series de TV, y Columnista de la Revista
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