lunes, mayo 26, 2008

AURELIO PÉREZ, EL NATURALISTA TRASHUMANTE




Aunque conocía su estado desde hacía algún tiempo, fue como un mazazo el pasado 2 de Abril con la noticia de su muerte. Curiosamente, siempre tenía que matizar cuando me refería a él, como la mano derecha de Rodríguez de la Fuente. Fue todo un experto en el troquelado de las diferentes especies que trabajaron a las órdenes de Félix Rodríguez de la Fuente. Aurelio era un hombre realmente sencillo, adusto como su tierra soriana, donde desde muy niño había trabajado en la trashumancia con el ganado. La última vez que hablé con él fue estas navidades pasadas, pues desde hacía años se había convertido en un asesor fiel y amable amigo, aunque muchas veces en la distancia, porque nunca dejó de ser un nómada. Era un hombre que conocía muy bien el campo, sus leyes no escritas. La primera vez que le entrevisté me sorprendió su respuesta cuando le pregunté qué había aprendido de Félix después de casi veinte años a su lado. Sin vacilar, me contestó: “a pensar”. Y se notaba que Aurelio se había impregnado de un Félix que le dio nombre y conceptos científicos a lo que Aurelio ya conocía en el campo. Porque Aurelio había observado con ojo avizor durante sus años de trashumante al lobo, a las rapaces, a las ginetas, a los zorros.

Aurelio Pérez y Rodríguez de la Fuente en un fotograma de "El Hombre y la Tierra"



Y yo pude compartir mucho tiempo con el Aurelio Pérez filósofo, sin pedanterías, muy humano, cercano. En uno de nuestros muchos encuentros y conversaciones me dio la oportunidad de irme a trabajar con él al nacimiento del Río Mundo, en Albacete, donde durante años creó una empresa de Educación Ambiental. Hubiese sido un sueño porque estaba seguro que hubiese aprendido junto a él muchísimas costumbres naturalísticas. Le gustaba que le informara sobre mis propias técnicas de educación ambiental y se sorprendía de muchas de ellas, por lo que las aplicó con buenos resultados durante su etapa de Educador naturalístico. No puedo negar que para mí supuso una gran satisfacción, a pesar de que le hice entender que necesitaba quedarme mejor por las tierras de Sanlúcar de Barrameda y Doñana , a pesar de sus continuas insistencias para desplazarme a Albacete. Eso fue en los años 96-2.000. Seguían llamándole desde muchos sitios para participar en rodajes de documentales y películas de cine: la más celebrada quizás “Los santos inocentes”, donde enseñó a Paco Rabal a andar con “su milana”, bajo la batuta de un admirador suyo, como se confesaba Mario Camus, al ver la habilidad que tenía en el trato con todo tipo de animales.



La primera vez que entrevisté a Aurelio Pérez y donde nos conocimos, entre las Marismas de Trebujena y Sanlúcar de Barrameda.








Su especialidad de todos modos siempre fue la cetrería. Rodríguez de la Fuente recuperó para España el arte de la cetrería, que se había extinguido desde hacía siglos. Y Aurelio heredó las vastas y ancestrales habilidades para el manejo de rapaces del gran divulgador español. Sin temor a equivocarme Aurelio Pérez era el único que llegó a asimilar las técnicas auténticas de la cetrería de manos de Félix. No es pasión de amigo, pero no había otra persona que supiera tanto de cetrería como Aurelio Pérez en la actualidad. Ambos proyectamos realizar en las Marismas de Sanlúcar de Barrameda una experiencia curiosa con la cetrería, aunque lo fuímos posponiendo esperando mejores tiempos, ya que involucramos a Miguel de la Quadra Salcedo. Algún día quiero recuperar ese antiguo proyecto que estaba dedicado a José Antonio Valverde, antes de que el gran científico falleciera.

Él nunca imaginó que se convertiría en el hombre de confianza de Rodríguez de la Fuente. De hecho, el divulgador le llamó para hacerse cargo utilizando la cetrería en las operaciones de control de aves que interrumpían los vuelos de los aviones en los aeropuertos. Práctica que desde los años setenta se extendió por muchos aeropuertos internacionales. Aunque Félix vió en Aurelio tal habilidad que se lo llevó a trabajar en los rodajes de “El Hombre y la Tierra”. Y ahí estuvieron siempre codo con codo hasta 1.980, donde Aurelio acompañó a su amigo Félix a Canadá. Después regresarían a España y Aurelio no viajó poco después a Alaska, donde Félix perdió la vida.

Aurelio ya continuó trabajando especialmente con Joaquín Araujo, en los rodajes que hizo de otras series nuevas. Tras su experiencia en Albacete, volvió a Madrid hasta que un cáncer fue minándole su físico, aunque no su fuerza interior. Es realmente lamentable que personas como Aurelio pasen despercibidos para el gran público, a pesar de su labor inestimable. Nos ha dejado sus memorias en forma de libro, que está esperando una segunda edición, ya que la primera quedó totalmente agotada.




Manuel J. Márquez Moy

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