Miguel Ricart, el único que está cumpliendo sentencia por el asesinato y violación de las niñas de Alcácer, ya que Antonio Anglés se supone que está desaparecido.
Hace ya unos años que me crucé en mi vida con el Caso Alcácer. Estos días se está volviendo a hablar de ello porque el único detenido, Miguel Ricart, están estudiando el poder judicial si aplicarle la doctrina Parot, para evitar que salga a la calle dentro de unos tres años. Conocí a Juan Ignacio Blanco y a Fernando García, Criminólogo y padre de Miriam, una de las niñas, respectivamente, en 1.998, cuando todavía se seguía con el curso de ciertas apelaciones al Sumario que incriminaba como homicidas de las niñas Miriam, Toñi y Desiré a Miguel Ricart en prisión y a Antonio Anglés (supuestamente fugado y en paradero desconocido hasta el día de hoy).
Conocí a un Fernando agotado, con los ojos llenos de infinita tristeza. No paraba de repetirse en su mente dónde estaban los culpables de la muerte de su hija y amigas y que era consciente de que estaba luchando contra todo un sistema donde llevaba todas las de perder. Fernando se sentía derrotado por el sistema (justicia, inspectores, forenses, informes, documentos, guardias civiles, políticos), en los que él había dejado de creer. Esa era su lucha, porque su hija ya no se la iban a devolver. Y hay que entender que es legítimo que un padre que pierde a su hija en condiciones inhumanas cuestione y dude de un sumario e incluso de una sentencia.
Lo triste de todo esto es que siguen desapareciendo unas 800 personas al año en España, y sólo conocemos algunos casos muy sonados que siempre terminan envolviéndose en una nebulosa. Anabel Segura, Rocío Waninkoff, Sonia Carabante, o el más reciente de Marta del Castillo y tantos otros. Lo que ocurre que el Caso de las niñas de Alcácer supuso una conmoción, mediatizada, convertida en circo, pero que ha dejado marcada a la sociedad española, desde aquel 1.992.
Según las declaraciones de Juan Ignacio Blanco y Fernando García, que junto a otras personas estuvimos toda una semana y sus respectivas noches tratando de encajar piezas, como muchos han declarado, Anglés y Ricart hicieron el trabajo de asesinarlas y esconderlas con una muy sospechosa alfombra o moqueta; pero, ¿qué pasó antes?.
Conocí a un Fernando agotado, con los ojos llenos de infinita tristeza. No paraba de repetirse en su mente dónde estaban los culpables de la muerte de su hija y amigas y que era consciente de que estaba luchando contra todo un sistema donde llevaba todas las de perder. Fernando se sentía derrotado por el sistema (justicia, inspectores, forenses, informes, documentos, guardias civiles, políticos), en los que él había dejado de creer. Esa era su lucha, porque su hija ya no se la iban a devolver. Y hay que entender que es legítimo que un padre que pierde a su hija en condiciones inhumanas cuestione y dude de un sumario e incluso de una sentencia.
Lo triste de todo esto es que siguen desapareciendo unas 800 personas al año en España, y sólo conocemos algunos casos muy sonados que siempre terminan envolviéndose en una nebulosa. Anabel Segura, Rocío Waninkoff, Sonia Carabante, o el más reciente de Marta del Castillo y tantos otros. Lo que ocurre que el Caso de las niñas de Alcácer supuso una conmoción, mediatizada, convertida en circo, pero que ha dejado marcada a la sociedad española, desde aquel 1.992.
Según las declaraciones de Juan Ignacio Blanco y Fernando García, que junto a otras personas estuvimos toda una semana y sus respectivas noches tratando de encajar piezas, como muchos han declarado, Anglés y Ricart hicieron el trabajo de asesinarlas y esconderlas con una muy sospechosa alfombra o moqueta; pero, ¿qué pasó antes?.
En cuanto a Antonio Anglés, Juan Ignacio Blanco me afirmó en su día que Miguel Ricart se había encargado de matarle por un ajuste de cuentas sobre los beneficios económicos por los "servicios prestados" o por trapicheos. Sin embargo, no deja de ser una hipótesis, ya que se sigue pensando que huyó como polizón en un barco y que se lanzó a las aguas próximas a Irlanda.
No me quiero detener en los detalles de todo porque daría para todo un libro, como el que escribió Juan Ignacio Blanco, basándose en el Sumario, que fue retirado de las librerías por orden judicial en 1.998. Fernando García y Juan Ignacio Blanco consiguieron, después de tres años de censura en todos los medios de comunicación, que hiciéramos en 1.999 un programa de TV en directo de dos horas, incluso con el temor de los directores de la cadena de que eso supusiera problemas con la justicia.
16 años después de la aparición de los cuerpos de las niñas (Miriam, Toñi y Desiré), a Juan Ignacio Blanco le han ido haciendo la vida imposible. A Fernando, padre de Miriam, se le atribuyeron desfalcos, de lucrarse a costa de su hija muerta y una Fundación que nunca se terminó de legalizar. De cualquier modo, después de perder a su hija en esas condiciones, a su mujer años después en una situación también complicada y tener que asumir las problemáticas adictivas de su otro hijo, hermano pequeño de Miriam, Fernando ha tratado de rehacer su vida con una nueva mujer y una nueva hija.
Gran parte de los problemas judiciales que tienen hoy Fernando García y Juan Ignacio Blanco son por las declaraciones que en su día realizaron en el Programa de Pepe Navarro, consideradas injurias y calumnias contra ciertas autoridades que estuvieron durante todo el proceso de investigación. Puedo entender, aunque no me parece profesional, que hay hechos que vivieron Fernando y Juan Ignacio que eran difíciles de probar y aún así de manera desesperada las declararon en aquellos programas de "Esta noche cruzamos el Misisipi". Fue la primera vez que se recuerda que en TV se hacía un juicio paralelo, actitudes que tanto se han venido criticando en otros programas en estos años sobre otros asuntos.
Lo problemático de todo esto es que queremos saber si las fuerzas de Seguridad del Estado tienen controlado en el país lugares donde probablemente se dedican ciertos clanes de personas con bastante poder adquisitivo a realizar sesiones sadomasoquistas y aberraciones sexuales con jóvenes desaparecidas. Eso crearía mucha alarma social, ¿cierto?.
Manuel J. Márquez Moy