El pasado sábado 7 de Marzo se cumplió el aniversario de la muerte de Luisa Isabel Álvarez de Toledo. Entre los muchos artículos que me dejó, quiero traer al recuerdo uno de sus últimos, siempre con acertada reflexión para hacer pensar a los ciudadanos. Cada vez que puedo recuerdo cuando me decía el poquísimo y pobre vocabulario que hoy día se utilizaba y que el acto de pensar era como un "músculo" que si no se ejercita se atrofia. Y le preocupaba las lecturas que hoy tenían las nuevas generaciones, donde ponía como ejemplo que si cada vez se leía menos a Kafka, Unamuno y otros autores, no le extrañaba que "la capacidad de inteligencia se fuera quedando cada vez más cortita."
No comprender lo que se lee, no es un problema mecánico. Es de mayor gravedad: la capacidad intelectual del español medio ha descendido, creciendo el déficit de materia de que estamos necesitados, pues permite solucionar problemas, en apariencia indisolubles, sin traumas ni daños "colaterales": inteligencia.
Habría que saber sí madre naturaleza, dando un giro inesperado, ha reducido el porcentaje habitual de individuos dotados de partida. O si la lamentable calidad de los que legislan en cuestiones de enseñanza, la rigen o la imparten, han hecho de la escuela obligatoria e incluso de la enseñanza superior, trituradora de cerebros. Me inclino por lo último, dados los antecedentes.
Por tradición, la Iglesia abominó de los que piensan, por adolecer del vicio de hacerlo por su cuenta, acuñando hace siglos frase, que perdura: "doctores tiene la Iglesia, que os sabrán responder", expresión del "que piensen ellos", que está en el origen del atraso español. Del tradicional desequilibrio de individualidades notables, existen no pocas abortadas sin dejar huella, víctimas de despiadada persecución, en relación con una mayoría afectada de pereza mental, sin remedio en ambiente intelectual que le es favorable.
Tienen estos lodos causa en la selección "al revés", que se impuso en la segunda mitad del siglo XX. Asustado los poderes fácticos y efectivo, por la explosión de inteligencia pura, manifestado en el periodo de libertad que siguió a la primera guerra mundial, el afán intelengicida de la Iglesia, se extrapoló a toda actividad. En el terreno profesional, el superior dejó de promocionar al inferior destacado, los unos por temor a verse desplazados. Y los que no tenían nada que temer, por ocupar el lugar preeminente en propiedad, por la vanidad de no soportar que alguien en su entorno les hiciese sombra, poniendo en evidencia la cortedad de sus alcances.
En minoría objetiva la derecha, obligada a buscar partidarios en sectores sociales cuyos intereses están en contraposición con los que representa el capital, por serle propios, compensa la contradicción con eficacia, procurando reclutar individuos capacitados, a los que permite un margen de libertad, pues la cooptación tropieza con serio obstáculo: afectada la inteligencia, que no es astucia, de profunda empatía hacia la especie racional en su conjunto, dada al análisis empírico de los hechos y de las cosas, adolece de tendencia natural al materialismo filosófico. Apasionada de la libertad, pues para realizarse la necesita, da sin embargo en conclusiones "de izquierdas", porque el problema de los más no puede solventarlo un sistema, que pone al hombres al servicio de la economía, en lugar de entender la cuestión a la inversa. Marginados en consecuencia, representan imagen de fracasados, que no incita a la emulación.
El hecho de que la inteligencia sea de "izquierdas", no implica que los dirigentes de la "izquierda", manifestación política y operantes de la tendencia, sean inteligentes. Procedente la militancia de los sectores menos ilustrados de la sociedad, la aplicación del principio Marx, de entregar la dirección de la masas a intelectuales, se traduce en la práctica en la presencia de universitarios en puestos de dirección. Prueba el título de haber pasado exámenes, no quiere decir que lo es de capacidad intelectual.
Siendo muchos los que acuden a la izquierda en la esperanza de que les procure el sitio que les niega la derecha, el temor a la inteligencia dio en el paroxismo de un igualitarismo que negó el derecho a la existencia a la individualidad. Absteniéndose de repasar la historia, por no enterarse de que detrás de todo hallazgo positivo, científico o filosófico, hay un cerebro individualizado, dieron en negar a la unidad racional el derecho a pensar acertadamente por su cuenta, para imponer la elucubración colectiva. El resultado político es conocido: desintegración del comunismo tradicional, del que queda Cuba por única muestra; retroceso del socialismo moderado frente a la derecha. Y lo que es peor, pues nos afecta a todos, descenso de la capacidad intelectual colectiva.
No sería difícil enmendarlo. Bastaría que se difundiese la voz del los que conservan la capacidad de pensar, sin dejarse confundir por la matraca del "pensamiento único". No tardarían en sacudir el entorno, haciendo que se pusiesen en funcionamiento mecanismos de pensar, en hibernación por el momento. Pero no es probable que se haga. Como el catedrático teme y margina al alumno, que le supera en capacidad de análisis, el político teme a una ciudadanía capacitada para juzgar sus decisiones con acierto.
Luisa I. Álvarez de Toledo y Maura (XXI Duquesa de Medina Sidonia)