Se respira una hecatombe. La información hasta ahora oculta va saliendo de su guarida, las intenciones se quedan desnudas frente a millones de lectores, los secretos se quitan el velo y desfilan trémulos ante nuestros ojos. Algo está cambiando; la transparencia gana terreno y asimilamos la transformación con perplejidad. Fuimos víctimas de un secuestro informativo, nuestras sospechas se confirman y por fin somos conscientes del engaño, ¿pero cuántos engaños más ignoramos?. Si se nos han ocultado algunas claves del funcionamiento social y político durante todo este tiempo, ¿qué más pueden estar escondiendo?. Me declaro fan absoluta de las teorías de la conspiración. Sé que quizás sólo sean eso, teorías, pero también la teoría de la evolución es sólo eso, una teoría, y no muchos se atreven a cuestionarla. Y dentro de algunas de estas teorías se encuentra la posibilidad de que también se nos oculten las verdades sobre la creación del universo y el origen del hombre.
¿Cómo sabemos que lo que leemos se ajusta a la realidad? ¿Por qué debemos confiar ciegamente en las dudosas fuentes de investigación y en los que dan voz a esas supuestas fuentes? Misterios históricos, académicos o científicos aguardan aún invisibles en algún lugar del mundo a la espera de un Wikileaks antroplógico. Y en caso de que esto sea cierto ¿por qué se nos mantiene en esta ficción consensuada en el mundo entero? Una vez monté una lámpara de Ikea (estoy valorando esta frase como posible epitafio) y al terminar la hazaña y admirar mi obra, me di cuenta que me había sobrado una pieza. Decepción. No llegué a llorar porque soy una tía fuerte. Entonces tenía dos opciones: desmontarla de nuevo para encajar la pieza sobrante, con todo el esfuerzo que eso suponía para mí, o guardar dicha pieza en un cajón y tirar para adelante. Obviamente, opté por la segunda opción.
Cada descubrimiento, por mínimo que sea en apariencia, podría echar por tierra la versión oficial de nuestra historia. Hay una gran diferencia entre investigar para conocer o investigar para reafirmar. Buscar cosas que encajen en lo que ya tenemos o buscar cosas a riesgo de que lo que ya tenemos se vea amenazado. ¿Miedo, arrogancia, pereza, ignorancia?. No estoy diciendo que todo el mundo nos esté engañando, pero tampoco puedo afirmar lo contrario. ¿Puede alguien?. Ya que no sabemos lo que sabemos, ya que no sabemos lo que saben, ya que no sabemos lo que quieren que sepamos, al menos no se lo pongamos tan fácil.
Empecemos a cuestionarlo todo, a contrastar informaciones, a leer la letra pequeña, a escuchar opiniones que no apoyen los discursos ya existentes, a fiarnos de vez en cuando de nuestra intuición, a no dar nada por hecho. Hay un cajón repleto de tornillos sobrantes, de piezas que no encajan, de secretos que darían un giro a nuestra visión sobre el mundo y la humanidad: un cajón que comienza a desbordarse y conquista poco a poco las orillas de nuestro conocimiento. No sabemos qué esconde, quizá nunca lo sepamos. Lo importante es recordar que ese cajón existe y que su contenido nos pertenece a todos.
Bárbara Alpuente es Guionista de series de TV, Columnista y Articulista en la Revista Yo Dona
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