Últimamente se ha puesto la cosa en el Periodismo que casi hay que escribir ciertos artículos de opinión con un abogado al lado. Digo esto porque hay que ser muy meticuloso y recatado para evitarse uno amenazas insospechadas. Me quiero referir efectivamente al hecho luctuoso del suicidio de un ciudadano de Sanlúcar de Barrameda el pasado mes de Noviembre de 2.010. No hace falta que yo afirme que por días se va perdiendo cada vez más humanidad, más sensibilidad hacia los problemas de los demás, y a otras muchos aspectos de la Vida.
El Sindicato Independiente de Sanlúcar, como si hubiera sido el mismo policía al que se hace alusión con su número de placa en los sucesos que describe la familia en su primer escrito y el derecho a réplica que tienen los aludidos, son los dos documentos hechos públicos por las dos partes afectadas. Hace muchos años que vengo colaborando como un deber ciudadano con las autoridades de este país, incluso mucho más allá, por el propio compromiso que determina mi carácter. Con eso quiero decir que conozco bien a los cuerpos de seguridad del Estado y otras autoridades que siempre me han tenido a su servicio y a los que respeto profundamente porque existen gente muy profesionales.
Lo sucedido a Juan José Armario se ha tergiversado. La familia, para escribir su nota o carta al Director lo han pasado fatal, porque aunque ellos le echan la valentía que pueden a la Vida que les queda por delante, en el fondo se sienten desprotegidos, temerosos a veces, porque como a muchos ciudadanos le han pasado -cosas del destino supongo- han encontrado en ciertas autoridades municipales, más que un protector, un desafío continuo amenazador.
Juan José Armario tuvo la mala suerte de quedar inválido de una mano después de muchos años trabajando en el Ayuntamiento. Su invalidez lo recluyó poco a poco en su casa, donde pudo desarrollar actividades relacionadas con su pasión, la mecánica. Como bien dice la familia, a pesar de los bajones anímicos que cualquiera tenemos en la vida, siempre tuvo el apoyo de tres hijas, ejemplo de una educación que ya más quisieran muchos padres hoy día. No era una felicidad permanente, pero predominaba una gran comunicación entre toda la familia que le ayudaba a Juan José a superar sus periodos depresivos.
En cuanto al trastorno bipolar, es algo que le diagnosticaron, porque hoy hay que ponerle nombres a los muchos procesos neurobiológicos que a veces funcionan mal por muchas condiciones. Pero para nada, un trastorno bipolar le impide a una persona hacer una vida normal, en la mayoría de los casos con su medicación, la cual Juan José tomaba sin mayores problemas.
Llegamos a Noviembre de 2.006. Juan José era de los pocos vecinos que entonces ya en la zona donde vivía tenía el vado en regla, y su único problema era que le aparcaban en la portada del vado continuamente sin que pudiera sacar su coche familiar en multitud de ocasiones. Él cuidaba por entonces a su madre en el Hospital Virgen del Camino, e iba y venía todos los días en el mismo horario en bicicleta. Pasó un día por delante de la vivienda del policía en cuestión, para consultarle simple y llanamente cómo había solucionado el mismo asunto para que no le aparcaran en las puertas de su casa (que por cierto el policía no tenía vado) con las instalaciones de unos pivotes que el policía local tenía instalados. Eso fue todo. El policia local no estaba de servicio, por lo que se sintió incómodo que “le molestaran” para algo tan insignificante.
A los pocos días Juan José volvía con su bicicleta camino de su casa (tenía que pasar por delante de la casa del policía local sin remedio, por lo que no merodeaba para nada), cuando en su trayecto se encuentra con la patrulla de la policía local con el policía vecino esta vez de servicio completamente uniformado con su arma reglamentaria. Éste, presuntamente le obliga a identificarse en tono amenazante, por lo que Juan José se niega a ello, deja su bicicleta y se lo llevan curiosamente a la Comisaría de la Policía Nacional donde allí comienza su calvario. No le dejan explicarse, lo reducen porque pierde los nervios, recibe golpes, lo esposan y lo dejan bocabajo en el calabozo. Un hombre tan normal, de pronto se ve tratado como un delincuente, vejado, humillado, tanto es así que en el Juicio celebrado en la Audiencia Provincial de Cádiz, lo acusan por desobediencia a la autoridad y posibles agresiones, pero declara la sentencia textualmente que” el Policía Local se excedió en sus funciones, que no procedía ni la identificación ni la detención, y que incurrió en un abuso notorio de sus funciones.”
Evidentemente, Juan José Armario ya no fue el mismo. El entorno de presión en el que se veía envuelto, inducido todo a raiz de un maldito vado y una presunta venganza del Policía Local lo hundieron. En Noviembre de 2.010, justo 4 años después, Juan José iba paseando con una vara, de las que se cogen de apoyo normalmente para las caminatas, cuando se encuentra con el Policía Local de nuevo haciendo deporte, por lo que cargó contra él como pudo, ya que sólo disponía de una mano, le lanzó la vara que pudo esquivar el policia y acabó de nuevo esperando un juicio que no se llegó nunca a celebrar porque días después decidió quitarse la vida.
Como ya escribí una vez sobre el suicidio, basándome en el del poeta José Agustín Goytisolo, la familia y el que esto suscribe no culpa para nada a la Policía Nacional ni Policía Local del Ayuntamiento, ni mucho menos, pero en mi opinión el Policia Local, vecino, en ningún momento estuvo a la altura de las circunstancias, por lo que le faltó una mayor profesionalidad en este caso concreto, por lo que exijo a Victor Mora, Delegado de Seguridad Ciudadana del Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda, a que abra un expediente de investigación de cómo se fueron sucediendo los hechos desde 2.006 hasta el día del fatal desenlace. Es lo menos que se puede hacer para que no andemos especulando qué pudo pasar y cómo y, quizás evitar hechos tan deplorables y trágicos como este y no caer en la simpleza de una conclusión repetida muchas veces que tal o cual persona se quitó la vida por depresión u otro razonamiento patológico. En muchas ocasiones tras un suicidio existen razones de peso que nada tienen que ver con trastornos bipolares o depresiones.
Manuel J. Márquez Moy, es Director de "·la Aventura Humana"
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