Santi Ortiz (a la izda.)
Si hay un torero que ha levantado pasiones y está marcando una época dentro de la Tauromaquia es sin lugar a dudas José Tomás, el de Galapagar, con toda su carga emocional que unos interpretan como misticismo y otros locura. Si hay alguien que ha seguido muy de cerca la trayectoria de este torero ha sido el escritor y crítico taurino Santi Ortiz, en su día también torero, pero ahora ameno cronista de este arte tan complejo por el desconocimiento que existe. Santi Ortiz (Huelva, 1.949) ha querido a través de un libro hablarnos de "La Estatua", como él mismo bautizó a José Tomás, publicando un interesante libro sobre el último revolucionario del toreo, a la altura de Manolete, Juan Belmonte, "El Cordobés" o Paco Ojeda, por citar algunos que marcaron época. Ahora es el turno de "José Tomás, el regreso de La Estatua", título que da nombre al nuevo libro de Santi Ortiz. (En la imagen José Tomás en Barcelona realizando unas "manoletinas")
- ¿Qué te llevó a escribir este libro sobre José Tomás?
En primer lugar, rendir homenaje a un torero sin par; en segundo, dar divulgación a mis reflexiones sobre la tauromaquia y la figura de José Tomás; figura que, en este libro, me sirve de pretexto para ahondar en las entrañas del toreo. En tercer lugar, convertirlo en una reacción contra aquellos que, sistemáticamente, vienen difamando al torero de un modo arbitrario y hasta ruin.
-¿Qué diferencias ves entre el fenómeno Ojeda y el de José Tomás?
Si te soy sincero, veo muchas más semejanzas que diferencias. Ojeda en su momento y José Tomás en el suyo han constituido un revulsivo para la Fiesta. Ambos, además, sacaron al toreo de sus cotas habituales para proyectarlo hacia el futuro.
-¿Y en la forma de concebir e interpretar el el toreo de los dos?
Aquí si existen ya notables diferencias incluso en la forma de tratar de vencer al toro. Donde en Ojeda hay ostentación, en José Tomás hay naturalidad; donde aquel impone, éste seduce. Ojeda carga su repertorio sobre la mano diestra, José Tomás tiene en la zurda su mejor bastión. El sanluqueño transita en la frontera de la heterodoxia, el de Galapagar, por la senda del más puro clasicismo. Ojeda exprime en el toro hasta la última gota de bravura, José Tomás se la prolonga con su toreo caricia hasta convertirlo en su mejor colaborador. Pero ambos son puros, profundos, auténticos…
- ¿Acabamos de una vez por todas de afirmar que José Tomás es un "suicida"?
Hay un capítulo de mi libro dedicado, precisamente, a erradicar ese malentendido. José Tomás no es ningún loco ni ningún suicida. No sale a la plaza a morir, como algunos han dicho. Por el contrario, creo que cada vez que torea va buscando la inmortalidad; esto es: la que sitúa la fama a salvo del paso de los tiempos. Lo que ocurre es que, en el toreo, para ser imperecedero hay que estar dispuesto a perecer; lo mismo que para salir a hombros, hay que estar dispuesto a que te saquen de la plaza en brazos.
- ¿Te dá la sensación que desde su vuelta a los ruedos José Tomás busca algo más, indagar en filosofías nuevas llevadas a su toreo?
Sí. Dentro de los tres vértices –restaurador, creador y torero simbólico– que definen la personalidad torera de José Tomás, en el capítulo de su creación artística, este José Tomás reaparecido persigue una nueva tauromaquia en la que la condición del toro pase a un segundo plano; esto es: intenta –y muchas veces logra– torear a todos los toros como si fueran buenos.
- ¿Por qué la plaza de Toros de Sanlúcar no se llena desde Paco Ojeda?
No es fácil responder a esta pregunta. Concurren diversos factores que, como consecuencia de su interrelación, han traído este alejamiento del público sanluqueño a su plaza de toros. Podríamos apuntar a la falta de toreros locales con verdadero interés, a abusos cometidos en el pasado y que han dejado a los aficionados muy desencantados, a la carestía de los precios de las localidades. En mi modesta opinión, la recuperación de esa afición de antaño, que hoy brilla por su ausencia, pasa por fomentar una cantera de chavales que volvieran a poblar de novilladas sin caballos la programación de la temporada. Si de ellos saliera uno con proyección, la gente acudiría de nuevo al coso de El Pino con la ilusión retoñada.
- ¿Llegarán a entender alguna vez los antitaurinos el patrimonio artístico de la tauromaquia?
No lo creo. Para entender es preciso adoptar una postura de diálogo y de apertura mental que, hoy por hoy, no veo por ningún lado. El dogmatismo más fanático parece haber hecho presa en los denominados “animalistas” y en ese bastión beato del ecologismo militante que, negándose a sí mismo –y digo esto porque el ecologismo no tiene razones ecológicas para atacar la fiesta de los toros– echa piedras sobre su propio tejado –y en el del toro– tratando de erradicar un rito que ecológicamente hablando no puede ser más beneficioso por lo que supone de conservación de hábitat naturales privilegiados, como la dehesa, y del propio toro. Porque no es que sin el toreo el toro se extinguiría, es que sin la fiesta de los toros, el toro de lidia actual –fruto de la selección cultural practicada por los ganaderos a lo largo de siglos– jamás habría llegado a existir.
- ¿Se va perdiendo la afición y el conocimiento de este patrimonio con las nuevas generaciones que van a las plazas?
Algo irreversible se ha perdido ya. Y es ese “sentido común” taurino que tenía la gente en general, cuando España era un país eminentemente agrícola y donde el trato con las bestias era frecuente y totalmente alejado de ese universo de cartón piedra tipo Wald Disney que hoy nos las muestra idealizadas y carentes de sentido. Por otra parte, el muro de silencio que los medios de incomunicación alzan contra la Fiesta convierte al toreo en un gueto y contribuye a la desconexión con las nuevas generaciones. Menos mal que, de cuando en cuando, sale un torero como José Tomás capaz de derribar las tapias de la reserva india en que nos han instalado para mostrar a “los de fuera” la grandeza de un arte único; un arte noble purificado por el riesgo.
- ¿"La Estatua" me parece que es un apelativo creado por tí para José Tomas?
Efectivamente, así es. Es un sobrenombre que acuñé hace ya tiempo utilizándolo en algunas de mis crónicas. No creo que haya mejor forma de denominar a quien posee tal capacidad de autocontrol, en cualquier situación por delicada que sea, que parece torear con el cuerpo de otro, con la vida de otro, con el dolor de otro.
- Las tradiciones las crea el pueblo y con el tiempo las mantiene o bien las va haciendo desaparecer, ¿cómo crees que evolucionará la tauromaquia?
Ver el futuro no entra dentro de mis habilidades, pero estoy preocupado por cómo se están desenvolviendo los acontecimientos. No debemos perder de vista que existe una auténtica suplantación de nuestra cultura mediterránea; que bajo los auspicios del dios Mercado, los “dueños” del mundo siguen intentando imponer el pensamiento único de la globalización y que el toreo es una manifestación cultural no homologable. De todos modos, pueden ocurrir sorpresas… Por ejemplo, ¿quién iba a predecir, hace tan sólo un año, el derrumbe del modelo neoliberal capitalista? Y, sin embargo, ahí están los mismos que afirmaban que el Estado era ya algo obsoleto pidiendo a los estados que se “rasquen” el bolsillo para sacarlos del atolladero donde ellos mismos se metieron.
- Tu toreo con quién del escalafón actual se siente más identificado?
Sin duda alguna, el torero más grande que han visto mis ojos: José Tomás.
Gracias Santi.
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Entrevista de Manuel J. Márquez Moy