El candidato socialista José Luis Rodríguez Zapatero, durante el debate
Empezando e insistiendo que en un debate tan encorsetado y rígido no da lugar a poder argumentar con mayor desenvoltura las intervenciones de los dos candidatos, aunque José Luis Rodríguez Zapatero ha conseguido mínimamente abrir el abanico con propuestas más concretas y novedosas y dar un tono algo más ágil al debate.
Rajoy ha sido prácticamente un calco del anterior debate, con intervenciones sin cambiar ni siquiera una coma en cuanto a la economía, la inmigración, el paro y la vivienda. Ello no quiere decir que no haya razones para preocuparse por los diferentes puntos mencionados por el todavía líder de la oposición, pero en su exposición no ha cambiado un ápice para ser más divulgativo, pues daba la sensación de no querer “soltar” un guión textualmente preestablecido.
De cualquier modo Zapatero empezó también repitiendo una y otra vez los mismos puntos, más basados en su política social, y a medida que transcurría el debate se abrió a buscar otro modo de explicar su programa, con una retahíla de propuestas aparentemente más verosímiles. Ha presentado iniciativas novedosas, aunque sin tiempo para desarrollarlas, mientras Mariano Rajoy descendía de nuevo, una y otra vez, de manera cansina incluso, a la inmigración, a la economía, al terrorismo y a la vivienda.
Zapatero, sin ocultar que todos esos puntos eran imprescindibles los afrontó aportando datos de la presente legislatura y propuestas para mejorar los errores que se hayan podido cometer, con lo que ponía de manifiesto el ver los problemas pero con soluciones en positivo.
Ahí quizás ha radicado la diferencia entre ambos candidatos, la negatividad jartible y ramplona de Rajoy y el positivismo ilusionante de Zapatero.
Sin embargo, tienen que estar muy interesados los televidentes en estos debates para seguirlos, pues se hacen bastante áridos y espesos. La expectativa de la audiencia se basa posiblemente en desear encontrarse con alguna afirmación inesperada, sorpresiva por parte de algunos de los candidatos.
Rajoy ha sido prácticamente un calco del anterior debate, con intervenciones sin cambiar ni siquiera una coma en cuanto a la economía, la inmigración, el paro y la vivienda. Ello no quiere decir que no haya razones para preocuparse por los diferentes puntos mencionados por el todavía líder de la oposición, pero en su exposición no ha cambiado un ápice para ser más divulgativo, pues daba la sensación de no querer “soltar” un guión textualmente preestablecido.
De cualquier modo Zapatero empezó también repitiendo una y otra vez los mismos puntos, más basados en su política social, y a medida que transcurría el debate se abrió a buscar otro modo de explicar su programa, con una retahíla de propuestas aparentemente más verosímiles. Ha presentado iniciativas novedosas, aunque sin tiempo para desarrollarlas, mientras Mariano Rajoy descendía de nuevo, una y otra vez, de manera cansina incluso, a la inmigración, a la economía, al terrorismo y a la vivienda.
Zapatero, sin ocultar que todos esos puntos eran imprescindibles los afrontó aportando datos de la presente legislatura y propuestas para mejorar los errores que se hayan podido cometer, con lo que ponía de manifiesto el ver los problemas pero con soluciones en positivo.
Ahí quizás ha radicado la diferencia entre ambos candidatos, la negatividad jartible y ramplona de Rajoy y el positivismo ilusionante de Zapatero.
Sin embargo, tienen que estar muy interesados los televidentes en estos debates para seguirlos, pues se hacen bastante áridos y espesos. La expectativa de la audiencia se basa posiblemente en desear encontrarse con alguna afirmación inesperada, sorpresiva por parte de algunos de los candidatos.
Manuel J. Márquez Moy
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