Ahora mismo, cuando escribo, hace escasos minutos que se ha desatado una tormenta y cae agua fuertemente sin parar. Es algo más de medianoche. Durante estos día he estado meditando sobre la Semana Santa. Cuando muchos hablan de la Semana Santa se refieren al folclore, a la tradición popular de las Hermandades y Cofradías haciendo sus recorridos penitenciales por itinerarios prefijados de las calles sanluqueñas. Uno bebió de todas esas costumbres desde niño, bien en pandilla o a solas correteando entre el Barrio Alto y el Barrio Bajo para ver las filas de nazarenos (nosotros les llamábamos penitentes) y la suntuosidad de los pasos, de los tronos con esculturas que escenificaban los diferentes momentos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.
Con el tiempo, con el transcurrir de los años uno se plantea, no sólo en esto, sino en muchas otras cosas, lo que está viendo. Y en mi caso va decidiendo cómo desea ir viviéndolo. Uno particularmente comprende que la Semana Santa no es sólo el transcurrir de los pasos por la calle, sino un compromiso que para los cristianos católicos con vocación, debían vivir también la Cuaresma, y otras liturgias católicas como el Tríduo Pascual, aunque siempre he considerado que eso queda en el terreno de la intimidad de cada católico. Entienden que las esculturas hechas por brillantes imagineros con estilos diferentes, según las corrientes artísticas del momento, de los siglos, es sólo un reflejo de cuestiones mucho más profundas donde el Espíritu Santo es el que vive en cada uno de los creyentes. Evidentemente, una gran mayoría se quedan en lo crematístico, en el barroquismo de los pasos, en la pura idolatría de adorar el oro del becerro, que normalmente incluso dentro de las cofradías se llega a un puro fundamentalismo, disputas sobre que paso está mejor exornado, que nada tiene que ver con la vida cristiana. Aunque puestos en ello, tampoco tiene mucho que ver esta forma tradicional de vivir la Semana Santa con Jesús de Nazaret, pero eso sería muy largo.
Nazareno, justamente de la Hermandad de Nuestro Padre Jesus del Nazareno, que hace su recorrido la madrugá del Jueves Santo
Pero soy persona de profundo respeto para aquellos que le alivian ver el Cristo del Cautivo, o de la Expiración, o Mª Santísima del Mayor Dolor. Es como ellos entendieron su fe y como la viven. Después vendrán los teólogos, los exégetas para corregir o matizar que para Rezar u Orar a Dios sólo basta un tiempo de reflexión en un lugar íntimo. Lo que sí está claro que las Hermandades y Cofradía deberían, en mi opinión, adaptarse a los tiempos, y mirar hacia los pasos y las tallas, pero también las necesidades del pueblo. Un pueblo cada día más necesitado de comprender a Dios para poder seguir entendiendo la Vida, o para vivirla con mayor sentido, en definitiva, no olvidar la función social.
Yo soy de los que me ha interesado siempre los inicios de la fe en los pueblos más primitivos, la necesidad de creer que suge en el ser humano. Creo en Jesús de Nazaret, y también me gusta acercarme a solas a la Iglesia de San Francisco a observar y “hablar” con El Cristo del Silencio, con Mª Santísima del Amor, con San Juan Bautista de la Salle. E investigo cómo empezaron las llamadas vulgarmente procesiones en la Edad Media, con las Hermandades de Luz y las Hermandades de Sangre y cómo ha ido evolucionando todo; y cómo todo es un mismo ciclo basado en la Naturaleza expresado de formas distintas de adoraciones animistas de pueblos legendarios. La Cristiandad de Paulo de Tarso fue adoptando esas costumbres al mundo de la Iglesia Católica.
Yo soy de los que me ha interesado siempre los inicios de la fe en los pueblos más primitivos, la necesidad de creer que suge en el ser humano. Creo en Jesús de Nazaret, y también me gusta acercarme a solas a la Iglesia de San Francisco a observar y “hablar” con El Cristo del Silencio, con Mª Santísima del Amor, con San Juan Bautista de la Salle. E investigo cómo empezaron las llamadas vulgarmente procesiones en la Edad Media, con las Hermandades de Luz y las Hermandades de Sangre y cómo ha ido evolucionando todo; y cómo todo es un mismo ciclo basado en la Naturaleza expresado de formas distintas de adoraciones animistas de pueblos legendarios. La Cristiandad de Paulo de Tarso fue adoptando esas costumbres al mundo de la Iglesia Católica.
La salida de la Hermandad de la Esperanza el pasado año entre el bullicio de la gente.
Al final es una costumbre popular centenaria, donde cada cual le da los matices que han investigado o escuchado sobre los antiguos penitentes (hoy relegados a los que van detrás del paso). E investigamos los imagineros de diferentes etapas artísticas, renacentistas, barrocos y ya te vas quedando con nombres como Ocampo, La Roldana, Martínez Montañez, Juan de Mesa, Eslava o grandes orfebres , y la Historia de cada Hermandad asociada a la Historia del pueblo, a grupos gremiales antiguos: marineros, carniceros, labradores....
De niño estuve muy vinculado a las Hermandades de los Estudiantes, la Esperanza y El Silencio, y todavía busco a solas ese rincón del Barrio Alto que evoca otros tiempos y me sigue ayudando a comprender la bulla en las calles con todas sus componendas antropológicas, desde el vendedor ambulante de los adoquines hasta el rachear de las zapatillas de los costaleros el enriquecimiento cultural de músicas adaptadas a marchas procesionales, gastronomía típica y toda una jerga cofradiera de bastante valor.
Aunque al fin y al cabo sea un librepensador que me gusta y me inquieta la presencia sensible de Dios y sus enseñanzas y disfrutar de estos días con sabor entrañable.
Aunque al fin y al cabo sea un librepensador que me gusta y me inquieta la presencia sensible de Dios y sus enseñanzas y disfrutar de estos días con sabor entrañable.
Manuel J. Márquez Moy