viernes, mayo 22, 2009

PRIMAVERA SILENCIADA Y SILENCIOSA


No muy lejos de la Calzada de la Duquesa de Medina Sidonia (antigua Calzada del Ejército), hay otra feria donde la Naturaleza sigue su evolución natural dentro del ciclo del calendario ecológico. Esta reflexión, aparentemente sin importancia, está basada en estudios científicos que tratan de reflejar el debate entre la condición congénita- apoyada por unos- ó adquirida, -apoyada por la mayoría de la comunidad de estudiosos de estos temas-, de que el ser humano pudiera desarrollar una relación armoniosa o destructiva con el Planeta Tierra, dependiendo de estos dos factores. En función de una memoria genética o un proceso de aprendizaje conductual, se pueden resolver muchos conflictos de hoy día.



Contemplaba el paisaje poniendo en funcionamiento todos mis sentidos, mientras realizaba un dibujo cromático sobre los colores que podía percibir en la extensa marisma seca cubierta de flores. Al fondo una panorámica de la Loma de Martín Miguel- hoy como un verso suelto en la
poesía del paisaje sanluqueño-, y en lo más profundo del horizonte, el Pinar de la Algaida, dentro del Espacio Natural de Doñana.
La contemplación del secarral marismeño provocaba en mí una profunda admiración por toda la vida que me rodeaba. Describir cada una de las sensaciones que me envolvían me resultaba imposible: mirar las flores, aunque no supiera incluso darles nombre, observar el amplio cielo
que derrama su místico color azul sobre el solar ligustino, sentir la todavía tibia mañana...

Pero mis preguntas, mi curiosidad en estos momentos no era el seguir descubriendo aquello que me ha ido revelando la Naturaleza desde hace años; mi curiosidad en estos momentos no pretendía conocer los datos que sobre el sentido de la vida podía encontrar en aquel desierto salino, o en identificar el lejano trino de una calandria. Ahora quería descubrir el porqué aquel paisaje llegaba a producirme sensaciones placenteras recorriendo los diferentes recovecos de mi cerebro, el porqué disfrutaba con todo aquel mundo que me rodeaba, porqué podía llevarme incluso horas caminando y observando este microcosmos sin aburrirme, deteniéndome en cientos de detalles, desde una aparentemente simple espiga de trigo hasta un alacrán cebollero que deambula pacientemente por un claro de la pradería.
En aquéllos momentos comprendí que influenciado, no sé si por el dios de estas naturalezas, el dios de los cielos, en mí se habían ido produciendo durante todos estos años de mi vida, desde el tibio sol de mi niñez, una gran sensibilidad hacia el medio ambiente sanluqueño, una enorme curiosidad por saber y conocer, una inquietante pasión por la Vida y un vivo interés por comunicar a la sociedad, al menos, que en la Naturaleza silenciada y silenciosa, que diría Raquel Carson, está la supervivencia del ser humano sobre el Planeta.


Manuel J. Márquez Moy.

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