lunes, agosto 10, 2009

JUVENTUD por Luis Miguel Fuentes

Están pisando a los gorriones, están gritando sus colores y sus muslos, están agitando las pulseras de su juventud y chocando sus motos y caderas, todo ese atletismo de ser joven. Los veo en las plazas como alrededor de un ombligo, con una fuente de salud y carne, con árboles aplastados por contenedores y zapatones, cuando la noche pone su lengua en el asfalto y enciende las farolas con un dedo de hierro. El helado derretido del pelo de las muchachas, los brazos de arquero de los muchachos, los capitanes y gacelas de su edad bailando con cristales y naranjas. Los veo ahora, haciendo gasolineras en los parques, tribus en el verano, tatuajes en el pubis de la ciudad, calaveras en el futuro.


Algo le pasaba a esta juventud mientras los políticos se perdían en sus bolsillos o sus biblias, mientras se peleaban las naciones o empezaban a hundirse las monedas del mundo. Cada generación se rebela contra la anterior, espanta a los viejos, cuestiona lo sagrado, provoca al policía; no hay nada nuevo en eso. Dicen que ya en un papiro egipcio un escriba se quejaba del poco respeto que demostraban los jóvenes de su época. No quiero hacer un artículo de jubilata, de cascarrabias, de bastonazo. Pero algo se ha roto ahora como una brújula y nuestra juventud está pasando de dormir en los porros y escupir al profesor a la violación y al asesinato, de la flojera a la sangre, de la incivilidad a la amoralidad.


La juventud siempre será corte de manga, pedrada a los cristales y cuerpo de su saliva. Están creciendo en su abundancia, en la arrogancia de su eternidad, y tienen cierto deber de ser salvajes. Pero sin educación, referencias, objetivos, valores, sucumbirán a ese natural salvajismo. Eso es lo que hemos conseguido. Ésta es la generación de la aciaga Logse, de la escuela demolida, de la abolición de cualquier autoridad o esfuerzo o excelencia, del mundo gratis, de la televisión basura, de la carne barata, de la cultura como algo enemigo y elitista, del igualitarismo estupidizante, del pavor a las reglas, de la confusión de lo vulgar con lo “democrático”.


Toda una tropa nefasta de políticos, pedagogos, publicistas y mercaderes (públicos y privados) lo han ido haciendo posible, con la ayuda de padres que ya empiezan a ser de esta misma tanda de hijos perdidos de la democracia. No se trata de discutir si hay que preparar mazmorras u horcas para los niños de 13 años, sino de asumir el fracaso de todo un sistema de educación y de valores, y emprender con valentía un cambio sin el cual nuestro futuro estará condenado a la barbarie. Pero los políticos están más contentos con la masa ciega, inculta, acrítica y llevadera; ésa que ahora se forma en las escuelas sin saber y en las calles sin horas, en el botellón y el politono, en la televisión de chistes, tonadilleras, polvazos y pichichis; fruto inevitable de esta sociedad enferma de irresponsabilidad, banalidad y pasotismo que patrocinan sus dueños.



Veo a esta juventud, velocidad en sus ojos, sexo en sus camisetas. En sus plazas amontonan el caramelo de sus cuerpos junto a perros muertos o rosas recién violadas. Hacen ruido de campanillas con el pelo, las hebillas, los vasos y las manos. No parecen sucesores ni asesinos de nadie, más bien sólo palomas suicidas, bebiendo de sus precipicios. Algo les pasaba mientras el mundo adulto atendía a los bancos y a los planetas. Son los hijos de lo que hemos hecho, enseñándonos procazmente la lengua y el culo.

Luis Miguel Fuentes es columnista, cronista y reportero de "El Mundo"

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