jueves, octubre 08, 2009

PRÓXIMOS A "LA BURBUJA" DE LAS ENERGÍAS RENOVABLES


Somos así. Salimos de una y nos metemos en otra. No se termina de renovar un tejido empresarial diverso. Cuando se trata de ganar dinero relativamente fácil y rápido, se agrupan como chinches empresas que surgen de la noche a la mañana para invertir en energías renovables.
La cuestión de las energía eólicas en el mar previstas o proyectadas para nuestra zona costera de Sanlúcar, Chipiona y Rota, no es tan sencillo como decir que se va a respetar el medio ambiente y que no va a perjudicar a las aves de Doñana. El medio ambiente es más complejo, y no sólo es cuestión de aves. Hay un fondo marino con un ciclo de vida que hay que respetar. Y como apunta también los compañeros de Expansión, es un sector -el de las renovables- muy goloso para especuladores.


De acuerdo que el Clima está sufriendo una transformación importante y imprevisible en una gran parte de sus consecuencias para el medio, pero estos argumentos están siendo utilizado por organismos y multinacionales para hacer sus mafiosos negocios "verdes". Hay que tener muho cuidado con estas cuestiones que utilizan como escaparate el medio ambiente. Ya hay serias advertencias de expertos que hablan de que se puede crear una burbuja de energías renovables.


El Gobierno español ha tomado unas primeras medidas, pero habrá que seguir estando atentos a tantos molinos, y fotovoltáicas.

Aunque indirectamente, dado que ha sido a través de una enmienda presentada ayer por CiU y votada favorablemente por el Senado, el Gobierno ha decidido poner orden en el convulso sector de las energías renovables, que ha sufrido durante el pasado verano una situación cercana al colapso.


Pero rectificar es de sabios y, mediante la modificación aprobada ayer, el Ejecutivo intenta ahora enmendar los errores de una regulación cuando menos poco estable. El establecimiento de un preregistro de instalaciones renovables que permitía beneficiarse del actual marco retributivo había provocado un alud de solicitudes que, en muchos casos, únicamente respondían a criterios especulativos.


El único fin de algunos promotores, principalmente de plantas termosolares –ya se habían presentado peticiones por 4.000 MW, cuando el objetivo fijado era instalar 600 MW–, parecía ser la obtención de la garantía de recibir dicha generosa retribución para luego comerciar con ella, sin llevar a cabo proyecto industrial alguno.


Eliminado este preregistro de instalaciones, y con él la posibilidad de especular con las licencias que garantizaban esa jugosa prima, el Gobierno podrá ahora decidir los proyectos que se ponen en marcha en función de las necesidades energéticas del país y acabar además con el oneroso coste que la aprobación de tanta iniciativa hubiera supuesto para los consumidores, que hubiesen visto cómo se incrementaba el precio del mercado mayorista y, en consecuencia, las tarifas finales.



Es de esperar que la decisión de que la potencia que exceda dichos objetivos sea retribuida en función del futuro marco retributivo, aún por conocer pero muy probablemente menos generoso, desincentive el aluvión de injustificadas propuestas. Bienvenida sea esa vuelta a la senda de la racionalidad y de la apuesta por el crecimiento progresivo y no especulativo.
Falta ahora que el Gobierno apruebe el nuevo modelo de retribución de las renovables, un sector donde las empresas necesitan tener estabilidad para poder desarrollar sus inversiones. Esto es aún más importante teniendo en cuenta el papel puntero de España en las energías renovables.


Manuel J. Márquez Moy/Expansión

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