Miguel Ferrer Baena, ex Director de la Estación Biológica de Doñana cuando el desatre de Aznalcóllar, y actual miembro del CSIC e Investigador de la Estación Biológica de Doñana actualmente.
Para nada hay que asociar la mortalidad de peces de estos días con los metales pesados, ya que no existen estudios ni análisis que confirmen nada, aunque lo más probable es que hayan muerto por asfixia de acumulación de lodos en las branquias
Ya anunciamos días atrás en una de las noticias sobre los lodos de la desembocadura que antes de derivar nuestra atención hacia este hecho, Miguel Ferrer, ex Director de la Estación Biológica de Doñana, cuando ocurrió el desastre de Aznalcóllar, y miembro actual del CSIC, trabajábamos en un estudio como colaborador del Programa de Investigación "Las Huellas de la Memoria", que estaba basado en las repercusiones de la situación actual de los metales pesados que habían quedado en el fondo del Guadalquivir y en su desembocadura. Miguel Ferrer es especialista en aves rapaces, especialmente en el Águila Imperial y el Águila Pescadora. Estudia estas especies porque desde el punto de vista ecológico le dan bastante información sobre el equilibrio de los ecosistemas, “son como indicadores, como termómetros, que te dicen si las cosas marchan bien o mal”. Miguel Ferrer siempre ha sido muy claro en sus afirmaciones y en su compromiso con su trabajo, por lo que hablar claramente del desastre de Aznalcóllar, le costó el puesto, algo de lo que no se arrepiente, aunque eso le haya costado el crearse muchos enemigos con intereses en distintas cuestiones.
La cuestión radica que desde la misma balsa que se rompió no se ha terminado de sellar nunca en condiciones, pues existen 20 millones de metros cúbicos de lodos que no terminaron de salir los días del desastre y que quedaron dentro de la balsa y ha continuado vertiendo lodos tóxicos al acuífero 27 de Doñana. Además, la corta que se utilizó para depositar todos los lodos para la limpieza del Guadiamar y todo el área afectada sigue vertiendo también agua tóxica que va a parar al río Agrio, que Miguel Ferrer pidió que se desviara su cauce para no seguir creando problemas, ya que es el que conectaba a la Mina con Doñana. Pero la Junta de Andalucía nunca tomó en consideración dicha petición. Y es que el río Agrio ya sufrió un cambio de cauce por parte de la empresa minera de Boliden Apirsa para utilizarlo como lavadero de los resíduos tóxicos.
Embalse del Río Agrio (Foto de Fito Fuente)
La cuestión radica que desde la misma balsa que se rompió no se ha terminado de sellar nunca en condiciones, pues existen 20 millones de metros cúbicos de lodos que no terminaron de salir los días del desastre y que quedaron dentro de la balsa y ha continuado vertiendo lodos tóxicos al acuífero 27 de Doñana. Además, la corta que se utilizó para depositar todos los lodos para la limpieza del Guadiamar y todo el área afectada sigue vertiendo también agua tóxica que va a parar al río Agrio, que Miguel Ferrer pidió que se desviara su cauce para no seguir creando problemas, ya que es el que conectaba a la Mina con Doñana. Pero la Junta de Andalucía nunca tomó en consideración dicha petición. Y es que el río Agrio ya sufrió un cambio de cauce por parte de la empresa minera de Boliden Apirsa para utilizarlo como lavadero de los resíduos tóxicos.
Embalse del Río Agrio (Foto de Fito Fuente)
Por lo tanto, existen demasiadas deficiencias a pesar del dinero público destinado a realizar una depuradora que no funciona todo lo bien que debiera, en una escombrera que tiene un sumidero de agua contaminada también y, que en definitiva, van a parar a través del Guadiamar al Guadalquivir. Así que diez años después del desastre de Aznalcóllar no se tiene claro aún los niveles de toxicidad que existe en la desembocadura, contando con la más que probable presencia de níquel, arsénico, zinc, cobre. Así que Miguel Ferrer propone “antes que nada actuar en condiciones sobre el foco, es decir sobre las balsas y cortas de la mina de Aznalcóllar, y saber qué se va a hacer con todos los lodos que quedan tanto en la balsa que se rompió, como en la corta donde se siguen depositando por los trabajadores de EGMASA todo los lodos y cualquier material”. “
“Ver el nivel de contaminación del acuífero 27 y cómo está afectando a Doñana y analizar de nuevo concienzudamente todo el área que se vió afectada. Lo que ocurre es que eso cuesta mucho dinero, que nunca tendría que haber salido de las arcas publicas, sino de los responsables”.
“Ver el nivel de contaminación del acuífero 27 y cómo está afectando a Doñana y analizar de nuevo concienzudamente todo el área que se vió afectada. Lo que ocurre es que eso cuesta mucho dinero, que nunca tendría que haber salido de las arcas publicas, sino de los responsables”.
Manuel J. Márquez Moy
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